A las no tan lejanas declaraciones de amlo en contra de Jesús Chucho el Rata Orozco Alfaro, expriista, experredista… y excremento, no se le ha dado la debida importancia que merece, pese a que el hecho ocurrió en la gira que el inquilino del Palacio Nacional realizó por tierras colimotas, en donde el aludido es ampliamente conocido.

En su enfermiza manía de juzgar al pasado sin ver sus propios errores del presente, el viejo de Macuspana se lanzó en contra del exalcalde y exsenador de la República en la fanfarrona forma que gusta escuchar la chairiza croquetera, aunque sin mencionarlo por su nombre: “Yo recuerdo que había una persona aquí en Colima, creo que era secretario de Finanzas, y abandonó el cargo de secretario de Finanzas para irse de administrador del puerto de Manzanillo. ¡Imagínense cómo estaba el saqueo en ese puerto! ¡Pues eso ya se terminó! ¡Se acabaron todos esos privilegios!” Los desganados acarreados lanzaron algunos cuantos vivas y hurras de cajón a la salud del declarante, pero de ahí no pasó la cosa.

A todo mundo se le olvidó, especialmente a sus nuevos aliados de Colima, que Chucho el Rata es amigo de Arnoldo Vizcaíno Rodríguez, gobernador de facto de Colima, con el que seguramente se ha concretado más de algún jugoso negocito. Nadie le avisó al vejete tabasqueño que el corrupto al que se refirió, haciendo énfasis entre lo que era antes con lo que es ahora (que, por cierto, es mil veces peor), donde en estos momentos supuestamente el país es casi el paraíso, ya es un distinguido cuatrotero perteneciente a la secta morenaca.

Ciertamente, amlo se quedó con la idea de un Orozco Alfaro atado a su antiguo partido en el que pudo ser alcalde de la capital de Colima, senador de la República y precandidato del PRI a la gubernatura del estado, aspiración de la que fue desbancado por su correligionario –en ese momento— Fernando el Nene Moreno Peña, a la sazón rector de la Universidad de Colima. Al final, Chucho el Rata sí fue el abanderado a la gubernatura del estado, pero por el PRD, cuya franquicia en la entidad era propiedad del clan Vizcaíno-Sotelo, que se turnaban las diputaciones plurinominales en el Congreso local.

El viejón del virreinal Palacio Nacional se quedó con la idea de un JOA que, tras una militancia oportunista por el PRD (que fue presidido a nivel nacional por el propio amlo, donde conoció al colimense), regresó a la sombra del PRI en el gobierno del vaquerito de Toy Story Mario Anguiano Moreno, primero como secretario General de Gobierno y luego como súper secretario de Administración y Finanzas, de donde saltó hasta la API (Administración Portuaria Integral), hoy conocida con el pendejísimo nombre (como todo lo que pertenece a la pitera 4t) de Asipona, bajo el control de la Marina.

En su idílico retorno al partido de sus amores, el PRI, JOA le sacó toda la raja que le fue posible (cabe recordar que, cuando ya emprendió el vuelo para empresas mayores en sus tiempos aún priistas, Chucho el Rata también administró la Aduana de Manzanillo: ahí fue donde se hizo de mulas Pedro), pues de aquí se fue a otra API, en la frontera del noreste del país, aún en los tiempos del peñato.

Después, fuel a su traicionera costumbre, se “purificó” en las bautismales aguas cuatroteras, aunque el bautizo estuvo a cargo de Arnoldo Vizcaíno, que nunca le alcanzó a advertir a amlo que ambos ya hacen negocios juntos en Colima. Conclusión: Chucho el Rata fue exhibido en toda su dimensión como el corrupto que es, pero nadie le avisó a amlo para que no lo fuera a poner como ejemplo del saqueo que llevaron a cabo los gobiernos a los que perteneció, pues ya desde hacía poco había pasado por una especie de sincretismo político, donde de una deidad pasó a adorar a otra sin rubor alguno y que, por tanto, ya era un digno integrante de la secta de la 4t del mesías macuspano. Ni hablar: hasta al mejor cazador se le va la liebre.

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