Muchos lo dicen pero muy pocos están convencidos realmente de que la cultura y la educación son las únicas vías que pueden salvarnos de la barbarie consuetudinaria que vivimos, y ofrecer un poco de aire fresco al aire asfixiante que respiramos todos los días.

Por eso, cualquier esfuerzo es mucho (por poco que parezca) cuando se trata de contribuir a la reconstrucción de nuestro tejido social, tan arteramente roto y desmembrado por la violencia.

La semana pasada se llevó un Encuentro Literario organizado por el Cuerpo Académico 49: Rescate del patrimonio cultural y literario de la Facultad de Letras y Comunicación de nuestra máxima casa de estudios en el cual se rindió un merecido homenaje a la poeta Dolores Castro, recientemente fallecida, y, de paso, como he dicho, se contribuyó –reflexionando en torno a los temas tocados por esta poeta en su poesía- a darle más levedad a las problemáticas sociales que enfrentamos en nuestra entidad, aligerando con ello su peso sobre nosotros.

El Encuentro “Dolores Castro: el canto del cenzontle”, de carácter internacional, además de contar con la participación de la mayoría de los miembros del referido Cuerpo Académico (Nélida Sánchez Ramos, Gloria Vergara, Omar David Ávalos Chávez, Ada Aurora Sánchez y Krishna Naranjo), también participaron otros académicos de universidades nacionales y extranjeras, además de uno de los editores que más ha contribuido en la publicación y promoción de autores colimenses: Carlos López, director de Editorial Praxis.  

Fueron tres días (4, 5 y 6 de mayo) en los que se habló y se debatió sobre la importancia de la poesía de Dolores Castro en el contexto de nuestra tradición poética nacional, tanto la escrita por mujeres como de cara a otros poetas, tradiciones y temáticas dentro y fuera de su propia generación.

La autora del memorable poema “Algo le duele al aire” (muy a propósito del aire asfixiante del que hablaba antes) fue, durante estos tres días, puesta no sólo en el lugar que le corresponde en el contexto poético nacional sino, sobre todo, en el papel que la poesía misma ha desempeñado desde hace siglos en la vida de las sociedades: un elemento indispensable, como he dicho, para dotar de sentido la futilidad en la que pueden convertirse nuestras vidas sin su presencia.

Los encuentros literarios, sobre todo los que se dan en torno a la poesía, sirven para crear y fortalecer lazos con aquellos que comparten mismos o similares intereses intelectuales o estéticos, y así poder confrontarlos con los nuestros o estrecharlos, enriqueciéndolos a un mismo tiempo.

Son acontecimientos necesarios porque con ellos se genera nuevo conocimiento o se difunde de mejor manera el ya creado, pero también porque con ellos se revitaliza la percepción que tenemos del mundo y de las cosas, nos volvemos un poco más humanos y más sensibles de nuestro entorno.

Siendo la poesía el género de las grandes minorías, es, paradójicamente, el más recurrido por aquellos que quieren expresar en algún momento de su vida sus más hondos e íntimos sentimientos, de ahí la importancia (incluso terapéutica) de no dejar nunca de leerla, escribirla y de apoyar su difusión.  

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