Todavía recuerdo lo que decía Hobbes en las páginas más electrizantes de su Leviatán: que la mayor y más importante responsabilidad de un Estado es mantenerla paz en la sociedad y entre los ciudadanos. No creo, por tanto, que exista mayor problemática para el gobierno estatal y para los municipales (quienes también llevan una alta responsabilidad), que, precisamente, recuperar la paz que se ha perdido en nuestra entidad o, por lo menos, regresarla gradualmente a un punto en el que los niveles de barbarie a los que hemos llegado no continúen recrudeciéndose.
Lo que sucedió hace unos días en pleno corazón de la capital, en uno de los bares más concurridos del centro, donde se asesinó a sangre fría al dueño de este bar, sin importar la multitud que lo rodeaba, no sólo es un atentado contra la sociedad misma sino un acto de gran temeridad en contra del Estado y de sus autoridades.
Tal vez no lo notemos ya, de lo acostumbrados que empezamos a estar a las noticias sangrientas de nuestra entidad, que se están dando en una espiral nunca antes vista, pero cuando un crimen se produce en el mismo seno de la propia convivencia ciudadana, en donde mayoritariamente se agrupa la sociedad civil, lo que estamos atestiguando es un profundo rompimiento de la capa más sensible de nuestro tejido social, y a eso no debemos acostumbrarnos.
Si bien es cierto que a Colima han llegado un número significativo de elementos de la guardia nacional, Semary Sedena, la percepción ciudadana es de que estos no han sido efectivos en el combate de la espiral de violencia que padecen los colimenses, lo anterior sin agregar todos los delitos relacionados con robo, extorsión, etcétera, que se han incrementado desproporcionadamente en la población.
Poco sabemos los ciudadanos sobre las estrategias concretas que está implementando el gobierno estatal y los municipales para detener este tsunami de violencia, pero lo que sí queda claro es la necesidad de que los ciudadanos sepan puntualmente sus pormenores, pues pareciera que con el tema de la violencia se ha roto el diálogo entre la sociedad y los tres niveles de gobierno.
Dado el nivel en el que se encuentra el tema dela violencia en Colima, la comunicación de las autoridades debería estar en el mismo rango de como estuvo la comunicación cuando se informaba el estado de la pandemia del Covid, esto es, con conferencias consuetudinarias para informar qué se hace, qué células criminales se han desactivado, cuántos detenidos hay, qué crímenes se han resuelto, etcétera, para que de esta manera la población cambie la percepción de que las autoridades son más bien indiferentes a esta terrible problemática, en la cual, por cierto, se han perdido muchas vidas, siendo el mes pasado el más sangriento del año hasta ahora. Con el crimen sucedido enfrente del jardín Libertad, en pleno corazón de la capital, pareciera que estamos lejos de que la paz que ahora extrañamos en Colima volverá a reinar entre nosotros, sin embargo todavía creo que, con una reorganización de las fuerzas policiales y un nuevo enfoque en la estrategia de seguridad, es posible recuperar la esperanza de que no todo está perdido para siempre. Ojalá que así sea.