Al final del sexenio del general Manuel Ávila Camacho (1940-1946) inició la era civilista en nuestro país con la llegada a la presidencia de la República del abogado Miguel Alemán Valdez. Así, el ciclo militarista se cerraba en ese momento, quedando atrás los tiempos de Lázaro Cárdenas, de Álvaro Obregón, de Plutarco Elías Calles y los días del Maximato, dando paso a una etapa de presidentes civiles, la cual se ha roto tres cuartos de siglo después por culpa de amlo, al haberle entregado en los hechos todo el poder a los militares.
Así, sin que haya un presidente militar en la Presidencia, en los hechos los que mandan son los militares, que tienen vara alta en prácticamente todos los rubros habidos y por haber de la vida pública del país: aeropuertos, líneas aéreas, aduanas, Asipona (las que sustituyen a las API), construcción de obras emblemáticas en el obradorato (como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas), obras sin licitación, opacidad en el manejo de los recursos públicos puestos bajo su responsabilidad, lo que ha propiciado que florezca con ganas la corrupción más descarada.
Este manejo indiscriminado de recursos por parte del gobierno no se veía en muchísimos años; vamos, unos tres cuartos de siglo para ser precisos, que fue cuando el general Ávila Camacho decidió poner fin a la era de los militares e iniciar la civilista. No fue una decisión fácil, pues paradójicamente se debió en buena parte a una decisión muy acertada del general Lázaro Cárdenas (1934-1940, que tenía en el general J. Múgica a su mejor carta para sucederlo en el cargo para el periodo 1940-1946, pero se decidió por una opción menos conflictiva en la persona de Ávila Camacho.
Muchos historiadores coinciden en que el general J. Mújica era un izquierdista aún más radical que el propio Lázaro Cárdenas, de manera que algunos programas de gobierno se habrían radicalizado en manos de un torvo sujeto que pondría sus convicciones ideológicas personales por encima del interés nacional. El general Cárdenas, sabio en su toma de decisión, se inclinó por apoyar a un Ávila Camacho que no generaría conflictos ni al interior ni al exterior del país, como habría ocurrido si el favorecido por el dedazo hubiera sido J. Múgica.
La sabia decisión no sólo fue de Cárdenas: a su vez, Ávila Camacho tomó también la sabia decisión de terminar con la era de los militares en el poder, lo cual le fue criticado por los que estaban acostumbrados a los corruptos gobiernos de los generales, que se extinguieron como los dinosaurios. Quién iba a pesar que tres cuartos de siglo después, un farsante que vociferaba en contra de los militares que no debían atender temas civiles y debían regresar a los cuarteles, se encargaría de regresarles todo el poder del que alguna vez disfrutaron.
Si bien es cierto que amlo cuenta con tres corcholatas civiles para sucederlo en el poder (la Claudia Shit!-baum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México; Malcerdo Ebrard Casaubón, canciller mexicano; Patán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, así como la más arrastrada de todas, Ricardo Monreal Ávila, líder del Senado de la República), el poder que han adquirido los militares en el actual sexenio obligará a cualquiera que sea el candidato de Morena a la Presidencia de la República a negociar el apoyo militar, cuyo peso será decisivo para terminar de inclinar la balanza a uno u otro lado.