*Aunque hacen falta más estudios en este sentido, el reporte elaborado por un grupo multidisciplinario de la UdeC, IMSS y el Instituto Estatal de Cancerología es de los primeros en el mundo en mencionar al grupo sanguíneo B como protector en las secuelas
Un nuevo estudio sobre el COVID realizado por un grupo de científicos que coordina el Dr. Iván Delgado Enciso, de la Universidad de Colima, advierte sobre los riesgos de no prestar atención a las secuelas de esta enfermedad; “muchas veces -comentó- los pacientes pueden decir que tienen COVID pero que se sienten bien y que no necesitan de gran cosa, pero el tema de las secuelas es importante”.
Los resultados de este estudio indican que el 63% de los pacientes que padecieron COVID en Colima tenían al menos un síntoma persistente después de tres meses, lo que permitió clasificarlos como COVID prolongado, mientras que sólo una pequeña parte tenía tres o más síntomas. El síntoma más frecuente fue la intolerancia al ejercicio (15.7), seguido del dolor muscular (13,7 %), dolor articular (13,7 %), fatiga o cansancio (12,7 %), dolor de cabeza (11,2 %) y dificultad para respirar (10,2 %).
La investigación también encontró dos aspectos importantes en cuanto a la protección contra las secuelas del COVID, el primero de ellos es que el grupo sanguíneo B es protector de secuelas, si se compara con el grupo O, “esto no significa que el primer grupo tenga menor riesgo, ya que puede deberse a que este tipo de sangre es menor en la población y puede obedecer generalmente a cuestiones inmunológicas y genéticas; no es que quienes pertenecen al grupo B no tengan secuelas, sólo que las posibilidades de padecerlas disminuyen”.
Aunque hacen falta más estudios en este sentido, el reporte elaborado por el grupo multidisciplinario de la UdeC, IMSS y el Instituto Estatal de Cancerología es de los primeros en el mundo en mencionar al grupo sanguíneo B como protector en las secuelas.
El segundo aspecto que propone esta investigación es que no se den antibióticos de forma generalizada para COVID, pues su uso altera la flora intestinal y se incrementan las posibilidades de secuelas; “para mantener una flora intestinal adecuada, proponemos dar probióticos como parte del tratamiento para COVID y con mayor razón si fue necesario administrar antibióticos, pues según los resultados de la investigación, esto ayudaría a reducir las secuelas”.
El estudio, que ya fue publicado, se llama: “Características clínicas en la fase aguda de la COVID-19 que predicen una COVID prolongada”, en el que abordan cuáles son los signos, síntomas y tratamiento que se les dio a aquellos pacientes que desarrollaron COVID largo o crónico. Fue elaborado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima junto con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto Estatal de Cancerología, con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Con esta investigación, el grupo multidisciplinario tiene como uno de sus objetivos crear conciencia de lo importante que es no menospreciar al COVID para evitar secuelas, aunque se tenga síntomas leves.
Para Iván Delgado, es importante enfatizar que el sufrimiento de las personas puede ser de mayor preocupación y más limitante en el COVID largo. Incluso, dijo que muchas de las enfermedades que habrá después de la pandemia serán originadas por este virus, “pero no les vamos a llamar secuelas, van a ser enfermedades con nombre propio, que ya existían desde antes pero cuya incidencia aumentará como consecuencia del COVID”.
Estas enfermedades, abundó, no tendrán reconocimiento ante las instancias de salud; “por ejemplo, si a una persona le dio COVID y ya salió del cuadro agudo, pero tiene otros síntomas que le impiden desarrollar su trabajo de manera plena, es muy probable que sus limitaciones o sufrimiento no sean reconocidos como parte de una enfermedad por las instituciones, porque quizá sean síntomas muy inespecíficos y que será difícil de clasificar; por ende, no podrán tener tratamiento o generar incapacidad”.
Por ello, insistió, “es importante visibilizar y seguir estudiando el tema de las secuelas de COVID para poder ayudar y apoyar a las personas que lo padecen, no sólo durante la parte aguda de la enfermedad, sino con una guía y el tratamiento adecuado”.
Esta investigación, agregó en la entrevista, muestra la importancia de que aunque la gente que padeció COVID no se siente tan mal, “vale la pena llevar un tratamiento que baje la inflamación, que haga que el virus se vaya rápido, con la finalidad de evitar las secuelas; esto es importante porque no sólo se trata de limitar la parte aguda, sino de tener conciencia que existe una enfermedad crónica que debemos evitar”.
El investigador también dijo que es importante analizar el tratamiento temprano de la fase aguda (fase gripal) para reducir los signos y síntomas “mediante antiinflamatorios y antivirales aprobados para COVID que reduzcan la inflamación o cantidad de virus; además, si se administran, es necesario dar probióticos para restablecer la flora intestinal, esto para reducir la incidencia de secuelas; también es importante tener un esquema de vacunación completo y seguir un tratamiento guiado por el médico, entre otras estrategias que podrían contribuir a reducir la incidencia de secuelas de COVID”.
Finalmente, el investigador agradeció al grupo de trabajo del IMSS, encabezado por el doctor José Guzmán Esquivel, al Instituto Estatal de Cancerología y a los profesores y estudiantes del posgrado en Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina de la UdeC, así como el apoyo de la Convocatoria de Ciencia de Frontera del Conacyt al proyecto “Cuando la vacuna no evita que un paciente padezca un COVID-19 grave”, del cual se derivó esta investigación.
El artículo científico sobre este estudio está disponible para su consulta de manera libre: https://www.mdpi.com/2227-9032/11/2/197