Se notaba a leguas que los ambiciosos cuatroteros de Colima, que conforman el indirato, tarde que temprano enseñarían el cobre cuando finalmente pudieron hacerse del oro. Hoy vemos en toda su pequeñez a esos que conforman el chiquigabinete de vacilada de la Gobernadora Altozano: robaron en despoblado con los aumentos salariales que se acaban de autorizar, en algunos casos rebasando ¡el 60 por ciento!, una comparación injusta si se toma en cuenta el humillante incremento del 3 por ciento que pretenden encajarle a los trabajadores sindicalizados los nuevos ricos de la política.
Después de haberse dado a conocer el ofensivo incremento salarial, sobre todo ante la negativa reacción de los colimenses, el indirato tuvo que salir a dar la cara por el atraco cometido, luego de tomarse su tiempo para aclarar paradas. Así, el sujeto que cobra como subsecretario de Administración y Finanzas, Víctor Torrero Enríquez, justificó el robo en despoblado con el cuento de que no es un aumento salarial, sino “un ajuste”. ¿Ajuste de qué? Sepa la madre, pero para el funcionario suena muy apantallador, pues en su enanez mental cree que en Colima todos estamos igual de retrasados que él.
Tan limitado es el taimado Torrero Enríquez que, para justificar a su jefecita, dijo que el rector de la Universidad de Colima y los diputados locales ganan más que Indira Vizcaíno Silva, argumentazo que deja sin habla a los detractores del inepto indirato que padecemos, pues no se trata de lo que perciba tal o cual funcionario, sino si realmente se lo merece y si lo desquita. De los diputados no me interesa si se lo merecen o no, pero en el caso del rector de la U. de C., Christian Torres Ortiz Zermeño, por lo menos está justificado: la casa de estudios tiene presencia en el último rincón de la entidad y su trabajo es de excelencia.
En contraste, en el Gobierno del Estado no hay uno solo de los integrantes del chiquigabinete de vacilada que pueda argumentar que, por su capacidad, grados académicos, experiencia laboral, logros acreditados, etcétera, se merece ganar un sueldo estratosférico, como el que se acaba de autorizar el indirato. Quiero saber cuál, uno solo, de los que forman parte de la nueva mafia del poder que acredite una trayectoria impecable. Para comenzar, ni siquiera la Indi, que siente haber reencarnó en Griselda Álvarez, nos puede matar el gallo con la exposición de sus cartas credenciales: no hay nada por presumir.
Al menos, la exgobernadora es mujer de letras; Indira, en cambio, es mujer de letrinas. A ver: ¿quién es el titular de la Secretaría de Educación, Adolfo Núñez González? En efecto: un sujeto que siempre ha sido el gato de Arnoldo Vizcaíno Rodríguez, gobernador de facto de Colima. ¿Qué trayectoria tiene la secretaria General de Gobierno, María Guadalupe Solís Ramírez? Aparte de haber cuidado de chiquita a Indira, ninguna. ¿De qué méritos goza Rosa María Bayardo Cabrera para estar al frente de la Secretaría de Desarrollo Económico? Aparte de ser amiga de la jefa, ninguno. ¿Por qué es subsecretario de Cultura Emiliano Zizumbo Quintanilla? Salvo haber salido de un tianguis de la capital tapatía, junto con el impresentable “filósofo” Vladimir Parra Barragán, es un misterio muy misterioso. Podría seguirme con la veintena de funcionarios de primer nivel que se sirvieron con la cuchara grande sus percepciones en el Gobierno del Estado, pero jamás habrá uno solo que amerite ganar mejor por su pobre desempeño.
No puede merecer recompensa alguna un chiquigabinete de vacilada con el que la violencia llegó para quedarse, la salud es un problema, la economía está por los suelos (y, con el aumento que se dieron, aún peor), la educación está al garete; en fin, no hay ninguna razón que justifique un premio a la ineptitud, como lo tiene bien acreditado ante la sociedad colimense Indira y sus compinches. El pueblo bueno y sabio no se equivoca: la condena al atraco salarial es general. Entre sus propias voces que tratan de alzarse para convencer que tienen razón en su robo descarado a las finanzas públicas, está también la que dice que en otros estados ganan más y nadie dice nada.
Pobre razonamiento, pues a los colimenses nos interesa lo que pasa en Colima, donde se supone que nuestros impuestos están trabajando y rinden frutos con obras y servicios, de tal suerte que nos vale madre lo que opinen en otras entidades federativas en las que sus ciudadanos padecen la proverbial pendejez de sus gobernantes. Incluso yo insisto en que no se merece nada este chiquigabinete de vacilada del nefasto indirato, pues para los resultados nulos que han dado hasta la fecha, era que sus integrantes le pagaran a los colimenses por permitirles el honor de servir, no al revés.
No es que nos cuesten menos –argumento cínico— que anteriores gabinetes de gobiernos neoliberales, sino que no se merecen nada; en especial, por su desmedida ambición que no oculta el hambre de dinero con la que llegaron al poder para saquear las arcas públicas a plena luz del día. Vamos: ahora ya ni siquiera necesitan antifaz para ocultar sus rateras identidades. Al contrario de a clase obrera, en Colima la que va al paraíso es la cuatrotera que conforma el indirato más podrido y corrupto que jamás haya existido.