Rolando Vladmiro Yáñez Centeno y Cabrera, hermano de ya saben quiénes, con apenas preparatoria terminada y sin ninguna experiencia en la administración pública, ni privada, cobra suculento sueldo y prestaciones nada más ni nada menos que como Director de la Oficina de Pasaportes que en Colima opera la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno 4Teísta de la República que privilegia la incondicionalidad al sumo sacerdote Andrés Manuel López Obrador sobre los concomimientos, vocación de servicio y trato debido a los colaboradores, por parte de sus funcionarios que no sirven ni funcionan, como la Carabina de Ambrosio.

Incompetente y soberbio, engreído, el tal Rolando Vladimiro que no rebuzna porque Dios y el Peje son grandes, trata con sus zancas flacas al personal que en mala hora quedó a él subordinado. Las quejas por su trato despótico y altisonante llegaron ya a los castos oídos de la gobernadora de nuestra Colima Indira Vizcaíno Silva, quien poco puede hacer para retirarlo a los corrales de donde nunca jamás debió haber salido, porque al angelito lo respalda su hermano César ante el titular de la SER y corcholata de AMLO a la presidencia de la República, Marcelo Ebrard Casaubón, mientras que ella anda de porrista con Claudia “La Vitola” Sheimbaum Pardo.

La experiencia laboral de Rolando Rabioso se limita a su desempeño como entrenador deportivo en gimnasios locales, pero su fortaleza es la misma de los 4treros: acreditar incondiconalidad ante el pastor Andrés Manuel López Obrador y sus réplicas como la gobernadora ALTOZANO.

Como carece de conocimientos sobre el tema, se la pasa todo el santo día pajareando, papando moscas y pelando con los ciudadanos que acuden a esa oficina que maneja como coto familiar por cosas tan nimias como ocupar los cajones de estacionamiento.

Dicen, y dicen bien, que para ser hay que parecer, y el sujeto de marra parce todo menos un funcionario público con personalidad, vocación de servicio y trato cordial y atento con la gente, sino todo lo contario: Un patán de siete suelas, de la misma caña que los Vladimires, Zurumbos y demás malas yerbas morenistas a quienes les cayó del cielo la mortaja.

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