*La Facultad de Ciencias Marinas cuenta con un equipo que monitorea avistamientos de estos mamíferos, los registra y estudia sus características
Manzanillo, Col. El Dr. Christian Daniel Ortega Ortiz, académico de la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad de Colima, comentó en entrevista que desde mediados de los ochenta existe la prohibición internacional para la caza comercial de ballenas, y aunque contados países continuaron con esta práctica, “la prohibición fue uno de los mayores triunfos en la conservación de especies, sobre todo porque representó la posibilidad de que aumentara la presencia de estos cetáceos en el océano”.
Con el tiempo, dijo, los investigadores observaron que aumentó buena parte de las especies de ballenas, “pero algunas no lo han hecho al ritmo que se esperaba o no han logrado incrementar su población”. En este sentido, informó que desde hace trece años la Facultad de Ciencias Marinas comenzó a desarrollar estudios sobre la biología y ecología de mamíferos marinos, en particular de ballenas y delfines, especies que usualmente llegan hasta las costas de Colima para su descanso, alimentación y reproducción.
Así, un equipo de trabajo que coordina el Dr. Christian Ortega Ortiz ha monitoreado la presencia de estas especies, de las que ha sido posible tener un registro de al menos 19, entre ellas: ballenas jorobadas, delfines manchados o moteados, orcas pigmeas y ballenas picudas (de ambientes oceánicos). En el caso de los delfines, su presencia se da con frecuencia durante todo el año. Durante el invierno y la primavera llegan ballenas jorobadas, principalmente para reproducirse, lo que permite su monitoreo.
Además, informó que se realizan recorridos a mar abierto, junto con estudiantes, para registrar avistamientos, sitio, fecha, lugar, características ambientales, oleaje y temperatura del agua; “las marcas en las aletas son como su huella digital, lo que hace posible continuar el monitoreo y saber si han sido vistas en otros lugares; esto permite conocer los tiempos de sus desplazamientos, migraciones y comportamiento”, explicó.
Para complementar este registro, agregó, “se toma una pequeña muestra de piel y grasa con los que se identifica si es macho o hembra, a qué familia pertenece (genéticamente) y más reciente se investigan las afectaciones de los contaminantes y su impacto negativo”. En sus trayectos por mar, se encuentran con otras especies y organismos de los que también obtienen registros para posteriores investigaciones.
Sobre los recorridos, detalló que se realizan de dos a cuatro por mes; emplean una embarcación menor y una tripulación de cinco personas que él coordina y se conforma por estudiantes y especialistas, “estas expediciones han permitido saber las temporadas en que las ballenas jorobadas llegan y cómo viven”; además, dijo que han registrado a una ballena proveniente del hemisferio sur, pinnípedos que se han acercado a esta zona, y delfines.
De igual modo, han registrado un grupo de orcas de un tipo diferente a otros, y que recurren a las costas de Colima y del pacífico mexicano para alimentarse y reproducirse, las cuales siguen estudiando.
Por otro lado, también realizan un estudio comparativo de ballenas jorobadas con investigadores de Estado Unidos y Centroamérica, para saber su trayectoria desde el norte de Estados Unidos hasta Costa Rica, tiempo que permanecen en cada lugar, y conocer un poco más de sus desplazamientos: “No todo es bueno, tenemos el registro de ballenas atrapadas en redes de pesca, lastimadas por barcos y otras situaciones de interés para el monitoreo”, dijo.
Fuera del mar, precisó, el trabajo se realiza en playas y consiste en enterrar restos de los animales que llegan muertos a las playas para evitar la contaminación y en algunos casos trasladarlos al laboratorio para realizar necropsias y estudios posteriores.
Recordó que durante la pandemia, ante la disminución de la presencia humana en el mar, algunas especies que poco aparecen se acercaron más a la costa y fue posible estudiarlas. En cuanto a cambios ambientales, destacó que éstos influyen para que las especies usen otras zonas, y que el aumento o disminución de la temperatura modifica sus trayectorias y lugares. También les afecta el ruido de las embarcaciones, la contaminación, microplásticos, etcétera, lo cual también es objeto de estudio.
Explicó que antes se mataba a las ballenas para obtener su grasa y carne, por lo que disminuyó su población debido a que son animales longevos y tardan en reproducirse, pues deben pasar varias décadas para aumentar su población: “Se dice que hoy en día los números aún no llegan a los históricos; sí hay más ballenas, pero no es la población que existía antes en los años veinte”.
Adicionalmente, expuso que con el apoyo de la administración municipal trabajan para armar un esqueleto de ballena que murió hace año y medio y cuyos huesos trasladaron al plantel para iniciar el tratamiento de limpieza, par armar su estructura y exponerla en un lugar público.
Por último, dijo que para disminuir el daño que hacen las artes de pesca o redes y aparejos abandonados, en México se creó la Red Nacional de Asistencia a Ballenas Enmalladas (RABEN), iniciativa que lidera la Organización Ecología y Conservación de Ballenas (ECOBAC), en la que participan 15 equipos y 180 voluntarios que rescatan ballenas en diferentes puntos del Pacífico Mexicano. La UdeC es integrante de dicha red.