Cuando la administración estatal de José Ignacio Nachito Peralta Sánchez daba evidentes muestras de entrar en un rápido proceso de descomposición política y social, que al final dejó sumido en la quiebra al estado y a todos los colimenses, el egresado de Essex University tuvo la suficiente cachaza para, encima, imponer los candidatos de su partido a los cargos de elección popular, incluso rompiendo con algunas tradiciones en las que se aseguraba una posición al presidente del CDE del PRI en funciones dentro del Congreso local.

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¿Quién era el presidente del CDE del PRI en el anterior proceso electoral, todavía bajo el régimen de Nachito Peralta? Ni más ni menos que Arnoldo Tony Soprano Ochoa González, viejo político priista que ya vio pasar sus mejores tiempos, pues permitió sin chistar que la posición que, por tradición, le correspondía a él, se la entregara su ex jefe político (y que seguía siendo su jefe en los hechos) a Carlos Arturo Noriega García, a la sazón titular de la Secretaría de Finanzas del peraltato. ¿Por qué no defendió Ochoa González una posición que a él le tocaba? Misterio.

El caso es que a Tony Soprano Ochoa le tocará –en teoría— el reparto de las posiciones a disputarse en las elecciones del 2024, pues si bien el dirigente priista seguirá al frente de ese partido hasta después de pasado el proceso electoral de ese año, posiblemente de nueva cuenta le coman el mandado. En el CEN del PRI, en un cargo entregado por el corrupto e impresentable presidente del tricolor, Alejandro Alito Moreno Cárdenas, la sombra de Nachito Peralta se proyectará sobre Colima y los que tienen el control del PRI estatal.

Posiblemente no le alcance a Nachito Peralta para tratar de imponer candidatos, como lo hizo en plan gandalla todavía como gobernador saliente en el 2021, pero una posición para él es prácticamente segura, ya sea como diputado federal o senador de la República por la circunscripción correspondiente. Chueco o no, el ex gobernador de Colima nos va a “representar” a los colimenses desde alguna de las dos Cámaras del Congreso de la Unión, muerto de risa, con un amparo en la bolsa por posibles sanciones del largo –y tullido— brazo de la ley.

El control del CDE del PRI está en manos –en teoría— de Tony Soprano Ochoa González, pero lo comparte con su ex compañero de miles de luchas porriles y estudiantiles en el pasado, Fernando el Nene Moreno Peña, que es el que, en los hechos, hace y deshace dentro del ex partidazo, al grado de adelantar, como con dos años de anticipación, que su hija buscará la reelección en 2024. Por si alguien lo ignora, la hija del ex rector es la diputada Hilda Lizette Moreno Ceballos, que nada a favor de los colimenses ha hecho, pues se alineó con la mayoría en la LX Legislatura local, que es de Morena y sus compinches.

Los ex porros Moreno Peña y Ochoa González tienen mucho en común, pues le entraban con fe a los pleitos estudiantiles que eran el pan nuestro de cada día en la década de los 70 del siglo pasado, pero en marrullería le gana el primero al segundo, que a lo más que aspira es a poder jubilarse –políticamente— con una diputación que logre asegurar en el trienio 2024-2027, ya sea la local o la federal, dado que ya ha pasado por esas posiciones, pero siempre plurinominales: jamás ha ganado una elección en un proceso democrático.

Ahora bien: la alianza entre PRI, PAN y PRD va a seguir a nivel nacional, pero en lo local las reglas tendrán que cambiar sustancialmente, pues si el priismo local sigue con su entreguismo al gobierno morenaco del indirato, lo mejor será que cada quién se vaya por su lado. En los hechos, el PAN es el único partido que actúa como una verdadera oposición (a nivel nacional y local), por lo que no le conviene al panismo desgastarse con candidaturas comunes en las que vayan puros matraqueros del actual régimen estatal.

Tal vez eso no sea toda la culpa sólo de Tony Soprano Ochoa González, pero tiene la culpa de permitir que Moreno Peña compromete la independencia del partido en aras de un supuesto bienestar que no se ve por ningún lado, salvo el suyo propio. Eso sí: en el CDE del PRI de Arnoldo y de Fernando no existe una sola crítica al Gobierno del Estado, cuando hay elementos más que suficientes para poder explotarlos en el nefasto indirato: violencia incontrolable, problemas en materia de seguridad, educativa, salud, economía, etcétera.

De no cambiarse las reglas, la alianza de PRI, PAN y PRD va a naufragar, para felicidad de los cuatroteros que podrían tener un respiro en 2024 con candidatos blandengues que no le hagan mella a Morena y sus compinches. Los alcaldes en funciones, fruto de esa alianza, debieran ser los más interesados en que directivos de sus respectivos partidos (sobre todo de los del PRI) establezcan reglas claras de cara al proceso electoral del 2024. No hay que olvidar que priistas, panistas y perredistas son oposición en Colima y que, por tanto, su obligación es hacer frente común contra el indirato, no convertirse en su aliado (para colmo, incondicional).

El problema, empero, es que, además de contar con una dirigencia priista que no es de oposición, en Colima se proyecta la ominosa sombra de Nachito Peralta desde un CEN del PRI del que se adueñó a la mala el corrupto Alito Moreno, un traidor incondicional del obradorato. LEER MÁS

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