balvanero@gmail.com / @Balvanero.B
Cuando tenía 8 años concluyó mi incipiente carrera como jinete.
Acompañaba a mi abuelo, Tata le decíamos y lo seguimos haciendo, a dejar dos hermosos caballos, un alazán y un azabache, a que pastaran a un potrero. Como había que regresarse a pie, la llevada era “a pelo”; es decir, sin silla de montar, ni manta siquiera, sólo una soga.
Varias veces hicimos ese trayecto de su casa al potrero. Para subirme, trepaba a una piedra y desde ahí saltaba al lomo del animal. No abundaré en detalles; al pasar por el arroyo de la Aduana me fui de lado, y allá fui a dar con mi pequeña humanidad al suelo. Mi codo se quebró al golpear contra una piedra.
Estaba en segundo de primaria, y ahí experimenté la necesidad, durante varios meses, de arreglármelas con una sola mano: comer, vestirme, escribir. Fueron muchas penurias y, a la distancia, recuerdo como flashazos la escritura con la mano izquierda y todos esos esfuerzos al no poder realizar lo cotidiano.
Esa breve experiencia —he tenido otras—, y las reflexiones posteriores, me han permitido aquilatar la movilidad, la vista, el oído. Hay muchas personas que viven esas dificultades de manera permanente. Personas con discapacidad, con limitaciones.
El 3 de diciembre se ha reservado para propiciar la reflexión e impulsar acciones pensando en estas personas. El Día Internacional de las Personas con Discapacidad, a propuesta de la ONU, es un recordatorio en el calendario que interpela a las sociedades todas desde hace 33 años. La primera conmemoración fue en 1992. Es indispensable visibilizar los retos que estas personas afrontan y enfrentan todos los días.
El sitio web de la ONU dedicado a este tema enuncia la necesidad de fomentar sociedades inclusivas para el progreso social. Y pienso en nuestras ciudades, nada amigables con el peatón “normal”, imaginemos a las personas con limitación visual o ceguera, limitaciones para trasladarse. El transporte público, las vialidades y banquetas, los edificios públicos -de todo tipo-, y un largo etcétera, los pienso nada incluyentes.
Hay esfuerzos, sí. Recuerdo ahora el programa de banquetas que se realizó en la ciudad de Colima: algunas bien hechas, las menos; otras, las más, con diseños inconcebibles para lo que se supone deben ser: facilitar el tránsito a personas en silla de ruedas, que se apoyan con bastón, incluso para carriolas o personas de la tercera edad.
Las estimaciones de la ONU indican que 1 de cada 6 personas tiene una discapacidad importante. En México el INEGI reporta 9.5 millones de personas con discapacidad, con mayor proporción en las mujeres que en los hombres.
Esta tarea no está hecha. Hay deudas importantes de la sociedad y el Gobierno con las personas con discapacidad. Acepto que hay esfuerzos, pero no los suficientes.
Tomemos sensibilidad en este tema. Seguramente habrá acciones a nuestro alcance: una posibilidad es apoyar a asociaciones que atienden a esta población, promover y exigir espacios públicos incluyentes, pensados para todas las personas.

