balvanero@gmail.com / @Balvanero.B
El diálogo, para que lo sea ocupa de, al menos, dos participantes.
Y además de ello, voluntad y que esas partes se reconozcan como iguales, como personas, ante quienes se puede argumentar, escuchar y reargumentar.
No implica que los consensos sean; frecuentemente los diálogos no concluyen en estar de acuerdo, pero se privilegia la escucha, más allá de la imposición.
Este intercambio de ideas, contrapunteadas en ocasiones, que se de en un ambiente de respeto, es muy difícil. En los distintos escenarios también está en juego el poder. Sucede que más que argumentar-escuchar se busca imponer la propia forma de pensar al considerar, per se, a la contraparte en el error. Y no necesariamente es así.
Nos suponemos poseedores de la “verdad” y en consecuencia actuamos.
Pero, en muchos escenarios sí es necesarios llegar a consensos, acuerdos. Y ahí, desde la perspectiva de la democracia, los argumentos se votan; corrijo, las posiciones se votan. No siempre es en base al convencimiento de argumentaciones presentadas, sino en función a otros factores que transitan por intereses -personales o grupales-, en donde también se privilegian posiciones de poder.
Es difícil que la sola palabra pueda llegar convencer y aún en esa dinámica acordada y aceptada, quienes no ven a su posición lograr la mayoría, la aceptación de esos acuerdos no es lo común.
Sucedió en el pasado, y también en nuestros días. En espacios con impactos transcendentes en las decisiones y también en donde las consecuencias son limitadas en población y geografía. Supongamos el país, en el primer ejemplo -130.4 millones de personas (INEGI. ENOE 2025)- y en el segundo un grupo de estudiantes de nivel licenciatura -35 personas-.
Muchos son los temas que requieren consensos, verdaderos consensos. Un ejemplo, ahora se están realizando foros para atender el proyecto de Ley sobre Telecomunicaciones y Radiodifusión en el Congreso de la Unión. El proyecto ya iba a votaciones; pero se reconsideró y organizaron estos espacios de discusión con presencia plural. Acertada decisión, considero.
Hay voces que hablan de simulación, censura, atentado a la libertad de expresión. Otras que está en sintonía con los Derechos Humanos, que es necesaria y no debe tener retrocesos con lo establecido en la ley del 2014. Unas más que es insuficiente, que hay que atender aspectos dejados fuera.
Se manifiestan intereses grupales, gremiales, económicos.
En este país, de acuerdo con la recientemente difundida ENDUTIH 2024 (INEGI, IFT) había 100.2 millones de personas usuarias de internet, 98.6 millones que utilizaban teléfono celular, 35.3 millones de hogares tenían televisión, 64.1 millones de personas vieron televisión 2.5 horas en promedio al día, 37.2 millones de personas escucharon radio 2.2 horas en promedio al día.
Todos estos millones de personas son audiencias y sus derechos serán decididos por el grupo que tenga la mayoría. Me pregunto si todas las posiciones que se ventilan tienen en primer lugar de argumentación esas audiencias y sus derechos; estoy seguro de que todas no. Habrá que ver cuál logra el consenso y si esto se traduce en contenidos que respondan a la pluralidad que representan todas esas personas y todos esos hogares.
Paulo Freire decía que sólo el diálogo comunica. Esperemos que quienes vayan a votar dialoguen y voten, en consenso, sobre aquello que es benéfico para las audiencias, más allá de sus intereses personales y de grupo.