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El Susurro del Barrio Eduardo Bravo Fiestas Emborracho-Taurinas o Tradición de 168 Años

Según el Instituto de Festejos Charrotaurinos y Exposiciones de Villa de Álvarez, del 7 al 24 de febrero se iniciaron las fiestas charrotaurinas en su 168ª edición. Es decir, como mencionan los medios de comunicación, historiadores y las personas más adultas del municipio de Colima o de Villa de Álvarez, es una tradición de muchos años de existencia. Incluso algunos dicen que viene desde la época colonial, pero este artículo no tiene como fin hacer un análisis histórico, sino del presente.

En pláticas que he tenido con varias personas o revisando comentarios en redes sociales, he podido apreciar dos vertientes: quienes apoyan las fiestas y quienes no. Los comentarios de los que no las apoyan suelen ser prácticamente los mismos: que es una festividad dedicada al maltrato animal (en el caso de los caballos), peleas de borrachos, accidentes vehiculares, muerte de alguno que otro caballo, basura interminable por las calles, obstrucción de calles y avenidas, desinhibición de lo ético y lo moral, y un alcoholismo desenfrenado que se visibiliza durante todas las fiestas.

La otra vertiente, apoyada generalmente por personas adultas, argumenta que las fiestas charrotaurinas son una tradición y que, como tal, todos deben someterse a dichas costumbres. Mencionan que es algo ya conocido y que ocurre cada año, que solo son pocos días. Por lo tanto, anteponen la larga duración de las fiestas a todos los inconvenientes que estas pueden causar a una población que, sumando la zona conurbada de los municipios de Colima y Villa de Álvarez, supera las 300 mil personas.

Por otra parte, quienes más se quejan suelen ser jóvenes o personas no originarias de Colima y Villa de Álvarez. Lo paradójico es que, en las fiestas y en las famosas cabalgatas, el grueso de los espectadores o participantes suele ser población joven. Los asistentes son principalmente residentes de la zona conurbada, mientras que los jinetes de las cabalgatas son en su mayoría foráneos, ya que actualmente Villa de Álvarez y Colima no se caracterizan por tener crianza de caballos, caballerizas o ranchos ganaderos, pues gran parte del espacio que podría destinarse a esto ahora es ocupado por viviendas.

Aquí hay una discordancia entre partidarios y detractores. Desde un enfoque psicológico, podríamos señalar que las fiestas populares (ya sean religiosas o conmemorativas) tienen aceptación porque funcionan como un punto nodal donde las personas liberan temporalmente sus cargas cotidianas: pobreza, problemas familiares, situaciones patológicas, etc., que pueden ser olvidadas o enajenadas bajo los influjos del alcohol o sustancias psicotrópicas.

De lo anterior, podríamos decir que las fiestas, sean populares o privadas, sirven como distractores sociales o inhibidores de la personalidad. Por otro lado, desde la tradición, hay quienes aprecian estas celebraciones por gusto genuino, sin necesidad de sustancias para disfrutarlas. Pero lo único que pido es que el santo patrono San Felipe de Jesús siga cuidando las tierras colimenses de los temblores cada año.

*Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Colima.

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