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Los derechos humanos (DDHH) pretenden abatir las desigualdades. A partir de esa declaración del 10 de diciembre de 1948, inició un largo peregrinar para deconstruir-reconstruir espacios con mayor equidad.
Esta búsqueda global del respeto a todas las personas ha tenido muchas resistencias. Algunas de ellas, abiertamente hostiles, como la criminalización y exclusión violenta de las personas migrantes, hasta otras más sutiles, como el desprecio por ciertos tipos de “cuerpos” o la interiorización cultural de que hay niveles entre las personas. Todas ellas profundizan las brechas de desigualdad.
La diversidad de manifestaciones de la violencia ralentiza, e incluso hacen retroceder, el que todos los derechos para todas las personas sean.
El contexto de violencia nos abruma, está en todas partes. Y pareciera ser que hay desaliento ciudadano para denunciarlo y voluntad de las autoridades para atenderlo. Un ejemplo: la cifra negra -delitos no denunciados- por quienes tienen algún negocio en México es de 90.3 % (INEGI, ENVE 2024).
En este transitar de 76 años, hay avances, pero también falta camino por recorrer.
La Comunicación para el Cambio Social (CCS) es una propuesta que privilegia el diálogo, los saberes locales, incentiva la participación y que las comunidades vayan tomando su propio ritmo y protagonismo en la solución de sus problemáticas.
Después de años y años de imposición “desde los dueños del saber, único, inmutable y verdadero”, esta propuesta es una manera de entender y facilitar el libre desarrollo de las comunidades. La propia cultura, la lengua, sus formas de expresión y cosmovisión son relevantes. La palabra negada por tanto tiempo, pugna por ser expresada.
Aún hoy, algunas visiones de los DDHH pueden tener ese sesgo colonial; ayudar a los que están en vías de desarrollo, atrasados; hagamos protocolos que dejen su no-ser y puedan ser (como nosotros). Por ello, el emblemático libro de Freire, y toda su propuesta, tiene un título tan sugerente Pedagogía del Oprimido (no es “para” es “de”). De ellas, ellos, nace y se expresa.
Desde hace unos años, a nivel global, se hace un vínculo entre el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres -25 de noviembre- y el Día de los Derechos Humanos -10 de diciembre-; 16 días de activismo, se le nombra. No son días de celebración, ni el primero, ni el último, ni los que están en medio. Sino de reflexión-acción.
¿Otro mundo es posible? La respuesta, desde mi perspectiva, es no. Muchos otros mundos son posibles.