La semana pasada mencionaba el peligroso asenso de figuras como la de Nayib Bukele en la política, el presidente salvadoreño, a pesar de mandar un país donde prácticamente la mitad de su población apoya un sistema democrático, lentamente está configurando un régimen dictatorial avalado por aplausos. Hablemos del caso de México, nuestro país ha tenido retrocesos en materia democrática, el diario The Economist en su «Democracy Index» de 2022 clasifica a nuestra nación como un régimen hibrido, dejándonos fuera del listado de países democráticos, incluso nos encontramos entre los diez países que peores cambios tuvieron del 2021 al 2022.

Otros datos para tomar en cuenta son aquellos que aparecieron en el informe 2023 de la empresa Latinobarómetro titulado «La Recesión Democrática de América Latina», estos arrojan que los mexicanos han incrementado significativamente su apoyo al autoritarismo, de 2020 al 2023 la cantidad de población que considera preferible este tipo de gobiernos aumentó en once puntos porcentuales llegando así a que un treinta y tres por ciento de los mexicanos avalen un régimen no democrático, si a esto le sumamos a quienes se les es indiferent a un sistema u otro, tan solo un treinta y cinco por ciento de los mexicanos respalda expresamente un sistema democrático, esto es lo más bajo que hemos estado en materia de apoyo a la democracia.

Es difícil creer que hace veintitrés años la ciudadanía estaba decidida a terminar con el régimen hegemónico del PRI para iniciar la construcción de un México en el que la expresión popular y el respeto a las minorías predominara, en ese entonces tanto la izquierda englobada en el PRD como la derecha representada por el PAN reconocían que lo primordial era dar el paso a la transición democrática de forma pacífica.

Más de dos décadas han transcurrido desde ese hecho histórico que finiquitó la mal llamada dictadura perfecta, sin embargo, los malestares como la corrupción, la ineptitud y la violencia no solo no se han visto reducidos, incluso parece que han aumentado, no por nada en el 2012 muchas personas decepcionadas de los doce años panistas buscaron un retorno a la estabilidad que sostuvo el PRI por setenta años.

Es comprensible que la ciudadanía se haya decepcionado del sueño democrático ante una vida que parece cada día más dura, el hecho de que un sesenta y uno por ciento de los mexicanos se encuentren insatisfechos con la democracia no es algo de que sorprendernos.

La relevancia que este asunto debe de tomar es vital para que en un futuro nuestra democracia siga manteniéndose, los actores políticos deben tomar responsabilidad del gigantesco problema que se está formando, al fin y al cabo, este es principalmente culpa de ellos y de sus partidos políticos, estas organizaciones de representación se encuentran desde hace años como las instituciones con menor confianza entre la población, tanto el INEGI como Latinobarómetro avalan esa afirmación.

A pesar de todo, resulta incomprensible que estos siguen enfrascados en ver quienes lograrán asegurar una posición de poder mediante el siguiente proceso electoral, son obtusos al no ver la magnitud de este problema a escala regional que se propaga no solo en México, sino por toda América del Sur.

El desastre democrático causado por los políticos y las crisis económicas que enfrentamos ya están más cerca de lo que creemos, el mal funcionamiento democrático ha llevado a varios países a tener crisis de sistema, ejemplos como el de Perú se nos pueden venir a la mente cuando pensamos en esto y si nos vamos muy al extremo vemos sistemas democráticos ya transformados en dictaduras como Venezuela o Nicaragua.

Veremos cómo evoluciona el caso mexicano, por lo regular no nos solemos comparar con nuestros países hermanos del sur, pero en este caso parece que tenemos mucho que aprender, sobre todo con un importantísimo proceso electoral a la vuelta de la esquina.