En el último informe de la presidenta del Voluntariado de la UdeC, Blanca Liliana Díaz Vázquez, en el cual se pormenorizaron más de 200 acciones en beneficio de más de 8 mil personas, me vino a reflexión un aspecto del que poco se habla pero que ha sido en las últimas gestiones rectorales un bastión importante para la comunidad universitaria y que el actual rector, Christian Torres Ortiz, no ha pasado de ninguna manera por alto: me refiero a la importante labor que realiza el Voluntariado de la UdeC más allá de la propia comunidad universitaria y muy cerca de la sociedad colimense.

Además de los programas prioritarios relacionados con temas de salud, medio ambiente y asistencia a grupos vulnerables, en los cuales está involucrado un grupo significativo de “damas voluntarias”, lo que también me parece plausible es el hecho de que en todos estos programas (transversales a los programas igualmente prioritarios de nuestra máxima casa de estudios) participen estudiantes, los cuales sirven de enlace para contribuir con la sociedad en estos programas de clara vocación y voluntad social. En el año que se informó, por ejemplo, participaron 80 estudiantes con 918 horas de labor voluntaria, beneficiando a 587 personas. 

Precisamente es esta labor formativa, por un lado, y reconstructora del tejido social, por el otro, lo que de pronto se pierde de vista en la discreta (pero encomiable) labor del Voluntariado de la UdeC, el cual me parece el brazo ejecutor más directo y efectivo que tiene nuestra institución para hacer cristalizar su aporte social, en especial en aquellos rubros más sensibles y con los sectores de la población que más lo necesitan.

El hecho, por tanto, de que muchos estudiantes estén involucrados en esta labor (y de que el número, por su trascendencia, siga creciendo) no hace sino darle al Voluntariado de la UdeC una legitimación inobjetable dentro y fuera de la comunidad universitaria.

Por eso, en la participación del rector Torres Ortiz en este informe, éste fue puntual cuando dijo que el Voluntariado se había convertido en “un importante espacio para que nuestros estudiantes fortalezcan su formación integral, su vocación de servicio y que tomen conciencia del papel que tienen en la transformación de la realidad”.

Este es un eje que yo quería precisamente resaltar en este momento de entre todas los ejes torales que conforman la labor del Voluntariado universitario: el eje formativo de los estudiantes y el canal en el cual pueden desarrollarlo, como sucedió, por ejemplo, el año pasado con la Primera Brigada Universitaria de Reforestación, en donde participaron más de 300 estudiantes voluntarios, o con la campaña de donación de sangre del mes pasado, en la cual también hubo un gran participación de estudiantes, los cuales son, finalmente, la razón de ser de toda institución educativa.