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A las y los usuarios de la información de INEGI

Se dice fácil, cuarenta años. Pero, cuántas cosas han pasado, cuánta agua ha corrido bajo los puentes.

El 25 de enero de 1983 nació el INEGI, con este nombre, con otras características, pero en esencia, con la misma misión: medir y contar aquello que es relevante -hoy se denomina de interés nacional- para el país. México no es el mismo, no podría serlo, habiendo transitado de un milenio a otro.

De ser un órgano desconcentrado de la Secretaría de Programación y Presupuesto, pasó a depender de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y, en un esfuerzo formidable de personas e instituciones, que requirió de un cambio en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, hoy en día es un organismo público autónomo. En el 2008, al declarársele autónomo, dejó de tener a la informática para quedar en Instituto Nacional de Estadística y Geografía, pero conservó las siglas: INEGI.

Posiblemente se han cometido algunos yerros, pero son muchas más las buenas cuentas -literalmente- que se presentan a la sociedad toda. Algo de destacar, es que es una institución que acepta y promociona la colaboración de distintas personas e instituciones en diversos proyectos con lo que denomina: consultas públicas.

He compartido este caminar del INEGI durante 27.6 años; así como miles de personas que han colaborado, y colaboran, para forjar la institución que se requiere. Los años productivos y definitorios de las trayectorias de vida personales se han dado durante esta relación laboral que, en muchas ocasiones y muchos casos, ha trascendido ese campo para formar relaciones que perduran o que se han tornado significativas.

Es innegable lo importante que es el INEGI, se podría llamar de otra forma -como ya sucedió con las instituciones antecesoras-, podría tener otra configuración política-administrativa, como también ha pasado con esta institución cuarentona, pero lo que no podría suceder es imaginar a un Estado sin información veraz, oportuna, confiable, de calidad.

No es posible tomar decisiones sin la fortaleza del dato; bueno, no es recomendable, bajo ninguna circunstancia, planear, proyectar sin la base de una medición de lo que acontece, sin pulsar la realidad diversa y cambiante; sin la seguridad que pueden darnos la estadística y la geografía aplicada a los temas de interés nacional.

Es posible que el INEGI siga teniendo cambios en el futuro, nada es inmutable o se puede volver caduco y perecedero, el Instituto ha demostrado que es capaz de asumir y proponer cambios importantes y sustanciales. Pero lo que no cambiará, considero, es la necesidad de tener un organismo con estas características, esta vocación y esta misión que el INEGI vive, todos los días y en todos los rincones de este maravilloso país.

Larga vida al INEGI, porque es indispensable.

Reconocimiento a quienes han construido y siguen construyendo este INEGI, porque el instituto no es sus edificios, ni los equipos, vehículos o bienes, sino su gente.

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