Acostumbrada a ser la izquierda (autollamada “democrática”) la que tomaba las calles a la menor provocación, saqueando Oxxos, vandalizando todo a su paso y empleando el porrismo pedestre en aras de “la causa”, a los chairos croqueteros les resultó increíble ver que la marcha en defensa del INE en Colima (y en todo el país, por supuesto) rompiera las expectativas más optimistas que había generado la víspera, al acudir al llamado miles de colimenses que manifestaron de esa forma su inconformidad por la intentona de dinamitar a ese organismo electoral, la instancia que es sinónimo de democracia en México.
El contraste entre las manifestaciones callejeras de la izquierda –en realidad, la izmierda— y la del domingo anterior es abismal: fue ordenada, espontánea, sin acarreados, sin reparto de tortas y frutsis, sin entrega de despensa al final de la jornada, sin romper vidrios, pintarrajear paredes y sin lanzar insultos hirientes contra nadie, pues eso que era lo que hacían antes ya no lo pueden hacer los mismos porque ahora están en el gobierno; un gobierno que pretende prolongarse más tiempo del debido, traicionando la esencia de la izquierda, representada en gente como José Revueltas, al que Octavio Paz define como “uno de los mejores escritores de mi generación y uno de los hombres más puros de México”.
Lograr sus fines de eternizarse amlo en el poder pasa por la destrucción del INE, al intentar volver al pasado, es decir, cuando la organización de las elecciones, la elaboración de las boletas, el conteo de los votos y el anuncio del ganador lo hacía el PRI-Gobierno desde la Secretaría de Gobernación. Esa es la intención ahora de Morena-Gobierno. Y aquí lo anunció el propio dirigente morenaco y gobernador defacto en Colima, Arnoldo Vizcaíno Rodriguez, olvidándose que en 1988 le hicieron trampa a Cuauhtémoc Cárdenas, a la sazón candidato presidencial perredista. ¿Quién era el secretario de Gobernación en ese momento? Nada menos que el “heroico” Manuel Bartlett, actual director general de la CFE. Pero volvamos a la marcha del INE que interesa en Colima.
Cuando el autor de esta columna de culto llegó por la calle Madero, en las inmediaciones del Jardín Núñez, vi un contingente algo numeroso, pero creí que era todo. Al avanzar por esa vía, ya casi en la esquina con Filomeno Medina (o Juárez, que corre al sur), salí de mi error: otro tremendo bloque de gente ya se alistaba para avanzar hacia su meta final: el Jardín Libertad, a la sombra del histórico Palacio de Gobierno, sede del Poder Ejecutivo, que permaneció cerrado al pueblo, pues no hay que olvidar que el indirato es apéndice infecto del podrido obradorato.
De manera, pues, que me sorprendió gratamente ver la capacidad de respuesta a una convocatoria para la defensa pública del baluarte de la democracia en México que aún se mantiene firme, pues en el camino han quedado instituciones como el Banco de México y la Comisión Nacional de Derechos Humanos: unos simples instrumentos de control del inquilino de Palacio Nacional, el autócrata que se queja de los sueldos de los consejeros del INE, pero sin aclarar que, si vamos a percepciones, él se lleva la mayor tajada: no paga renta, no paga luz, no paga agua, no paga alimentos, no paga gasolina, no paga vehículos, etcétera. Por lo bajito, con todo lo que se ahorra, amlo se embolsa como medio millón al mes. El recorrido entre un jardín y otro resultó ameno.
Las consignas de la gente de la marcha eran gratificantes: “Así mero, México es primero”; “El INE no se toca”; “¿A qué vine? A defender al INE”, etcétera. Una manta rezaba: “Defendamos al INE. Defendamos la democracia”. Creo haber escuchado en otra marcha que coreaban una consigna muy propia de la izquierda, que decía a propósito de la asistencia a manifestarse por algo: “No somos 10, no somos 100; pinche gobierno, cuéntanos bien”, La frase es pertinente desde el momento en que el pasquín La Jornada habla de 5 mil asistentes, el Gobierno de la Ciudad de México reporta entre 10 y 12 mil, amlo contó 60 mil, pero Google Maps cita 850 mil. Como a cuadra y media del Jardín Núñez, sobre la Madero, una ancianilla salió a decir en voz perfectamente audible que se perdió entre la multitud: —¡Son puros panistas! De alguna manera, la buena mujer trataba de desquitar su pago de 3 mil 800 pesos que le entrega el Gobierno Federal de la pensión del Bienestar, pero que algunos ancianos creen que sale de la bolsa de amlo, cuando éste casi nunca ha trabajado en su vida, ha vivido de los moches que recogían sus incondicionales y sólo trae en la billetera 200 pesos, algo que sólo se tragan los muy, pero muy, fanáticos solovinos.
En rigor, la viejecilla acertaba en parte: sí iban panistas en la marcha, pero también priistas, perredistas, emecistas y hasta morenacos, pero lo más importante: gente apartidista que así manifestó su descontento. Mucha gente que no fue también está inconforme, pero no asistir también tiene un significado. En cuanto a los morenacos que asistieron, por lo menos hubo uno al que se identificó como Ricardo el Niño Fidencio Sánchez Arreguín, pero desde luego que en calidad de oreja. Los que lo vieron están seguros de que sí era el asesor de 40 mil al mes, pues iba con gorra y con cubrebocas, aunque lo que lo delató fue que no miraba hacia la gente que participaba en la marcha en ese momento, sino hacia el lado contrario y con la vista fija hacia arriba, como a la espera de una señal divina o algo así. Al llegar al Jardín Libertad la marcha, un güevón de los que se apoltronan en el café del Portal Medellín lanzó un grito estentóreo que quiso ser divertido: —¡Viva López Obrador! El grito se perdió en el mar de gente que ni siquiera se dio cuenta de la payasada de intento de provocación.
Al sujeto que gritó no lo respaldaron ni los que estaban en su misma mesa. Ni duda cabe: le faltó el talento de otros que sí tienen chispa y que también acuden al mismo lugar, pero que en este caso no comulgan con los vividores cuatroteros. En efecto: Arturo el Loco Huerta andaba en la marcha; no estaba sentado al lado del güevón del portal. Los organizadores de la marcha en favor del INE tuvieron buen cuidado de que no se partidizara, de ahí que no hablara ante la concentración ningún líder partidista, sino uno que forma parte de la sociedad civil, llamado Fernando Becerra. Y, en efecto, por ahí andaban representantes de diferentes siglas y colores, pero que esta vez se unieron por una causa superior: defender la democracia en México. ¡Larga vida al INE! LEER MÁS
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