Desde hace cuatro años, ya sea por parte de amlo o por sus solovinos, es lugar común escuchar expresiones como las siguientes: “Sí, pero el PRI robó más”, “Todo es culpa de Calderón”, “Ya no es como antes”, etcétera. Nos trasladamos a Colima, a nivel local, y desde hace casi un año es lo mismo, pero en caricatura de lo que ya de por sí es una grotesca caricatura: “La chiquimafia que existe desde hace 30 años”, “Yo no quiero ser una pendeja toda la vida”, “Le salimos a los colimenses más baratos”, etcétera. Lo curioso del caso es que se trata de gente que aún se dice de izquierda, cuando en los hechos es de una derecha ojete, fascista y populista.
“No somos iguales”, dicen con un aire de superioridad, pero en los hechos son peores que panistas y priistas por igual. Incluso, hasta para defender a impresentables que forman parte del grupo en el poder, como Arnoldo Vizcaíno Rodríguez, gobernador de facto de Colima, salen los defensores de oficio para arroparlo, como se hacía en el pasado, es decir, los aplaudidores están en la nómina.
Dice el refrán que elogio en boca propia es vituperio. ¿Qué valor tiene defender a un poderoso, si el que paga es el mismo al que defienden? Valioso sería que saliera un espontáneo en su defensa. Así, tres vocerdos del indirato salieron en defensa del cacique arrocero de Buenavista, lego de haber sido exhibido cuando estaba fuera del aire en cabina en un programa radiofónico conducido por Roberto George Gallardo, donde el padre de la Gobernadora Altozano tiene vara alta para declarar sobre temas que competen a la administración estatal, sin que el tipo tenga alguna responsabilidad oficial. Los comentarios vertidos, al aire y supuestamente de manera más confidencial, prueban que el viejo cuenta con información privilegiada que sólo tienen instancias oficiales, lo que demuestra que el actual es un gobierno a cuatro manos.
La titular del Ejecutivo, en una entrevista comercial con el neo empresario del periodismo Max Cortés, sale con el cuento infantil de que su papá no participa en temas de seguridad de la entidad, como si sus dichos tuvieran algún valor y, sobre todo, cuando todos sabemos que el ruco es el que tiene el control (político y financiero) de Colima, el sueño de toda su vida, gracias a la hija. Los que defienden a Arnoldo Vizcaíno por sus exabruptos en los que se mete con todo el mundo (incluida la sensible comunidad gay) son empleados del Gobierno del Estado: la señora Archundia, conocida como la Mujer del Puerto, cobra como directora del Archivo Histórico del Estado; el Niño Fidencio original (los otros son piratas, por cierto) se incorporó a la administración estatal después de quedarse desempleado en el gobierno municipal de Villa de Álvarez, y un tercero tiene cuentas pendientes con la ley por temas de defraudación a gente que confió en él de buena fe, por lo que ahora hace puntos para que el indirato no permita que el agua le llegue al cuello.
O sea: impunidad con los diferentes. Esos son los que defienden al vejete que se cuenta entre los gobernadores que son originarios del municipio de Cuauhtémoc, como Francisco Velasco Curiel, Elías Zamora Verduzco y hasta la propia Indira. Digo: no tiene nada de raro; la bronca, empero, es que dizque se trata de un gobierno diferente y, sobre todo, transformador. Quién sabe qué chingados es lo que van a transformar, pero así se presentan. Por tanto, los cuatroteros son un fraude: no sólo hacen lo mismo que los anteriores gobiernos neoliberales, sino de una manera más patética, burda, carente de originalidad y sin ninguna gracia.
El humor que caracterizaba a la izquierda, cuando estaba lejos de tener el poder, ha desaparecido ahora que no saben qué hacer porque no conocen ni la o por lo redondo. Hoy los matraqueros del indirato dan pena ajena con su solemnidad de funeral. No es para menos: a un ritmo de tres muertos diarios en promedio, 90 por mes, no hay motivo para estar contentos con esta desgracia que son los Vizcaíno (los Vizcochino), padre e hija. Sea por Dios.
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