Como en todo lo que toca o interviene, la tradición priista de las corcholatas, los tapados, la cargada, etcétera, amlo la ha vuelto vulgar en grado superlativo. Por si fuera poco, por lo general se acostumbraba practicar ese juego político a partir del quinto año del presidente en turno. El inútil vejete de Palacio Nacional, al no tener nada que hacer, revivió el tema a la mitad de su desastroso gobierno, poniendo en evidencia su incapacidad en todos los órdenes, cuando el sinvergüenza y cínico se vendió muy bien como un tipo efectivo, eficaz, eficiente, talentoso; vamos, alguien que solucionaría todos los problemas del país en tres patadas.
Está bien claro que no es lo mismo andar de borracho que ser cantinero. El viejo bolsón resultó ser un farsante, pero al mismo tiempo todo un costal de mañas, de ahí que sea experto en desviar la atención, de crear cortinas de humo y, en fin, inventar cajas chinas –como se dice en el filme mexicano La dictadura perfecta— para mantener distraída a la población, sobre todo a sus chairos croqueteros, de los verdaderos y lacerantes problemas de inseguridad, la entrega del país al crimen organizado, inflación, crecimiento económico de menos cero, crisis de educación y de salud, etcétera.
Así, si antes hasta el quinto año se distraía a la gente con el juego del tapado, amlo saca a medio sexenio las corcholatas, un término que popularizó en su momento el historiador Daniel Cosío Villegas en el libro La sucesión presidencial, que obviamente no ha leído el tabasqueño. Los nombres los quemó él mismo, por lo que ahora andan de boca en boca la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Cheinbaum Pardo; Marcelo Ebrard Casaubón, canciller del obradorato; Adán Augusto el Mayordomo de Drácula López, de Segob; Tatiana Clouthier, de la Secretaría de Economía; Esteban Moctezuma, embajador de México en EU, e incluso ya le dio entre a Ricardo Monreal, líder del Senado. Las referencias que hace amlo a sus vulfares y prescindibles corcholatas, con las que juega y se divierte como enano (no sé qué tanto se diviertan los enanos, pero así es como se dice), no tienen mayor trascendencia, pues hasta en eso –repito— el senil anciano acorrientó el ritual de los priistas, algo que lleva en su ADN. Lo cierto es que, a falta de resultados, el inquilino del austero Palacio Nacional adelantó su propia sucesión porque no pudo con el paquete de la presidencia desde el inicio de su desgobierno. Le echarán todas las porras que quieran, pero en los hechos es el peor presidente que ha padecido México en toda la historia.
En su oportunidad, una vez terminada la pesadilla que es el obradorato, surgirán las anécdotas sobre los prolegómenos del destape de la corcholata favorita de amlo para la elección presidencial del 2024, pero no hay duda que en el pasado todo era más emocionante y mantenía cierto encanto: pasajes históricos que fueron recogidos por los que se encargan de mantener viva la memoria colectiva de México.
Así, precisamente en el libro de Cosío Villegas, traigo a cuento la divertida forma en la que se dio el destape de don Adolfo Ruiz Cortines, que fue presidente de la nación en el periodo 1952-1958. Cito de manera textual lo que dice en La sucesión presidencial el historiador Cosío Villegas: “Un testigo presencial de los hechos, y en cuya veracidad puedo confiar, me ha relatado con lujo de detalles cómo se conoció el destapamiento de Adolfo Ruiz Cortines. El general Rodolfo Sánchez Taboada, entonces presidente del PRI, invitó a un pequeño grupo de amigos a comer en el restaurante ´Tampico´ que había hecho célebre don Adolfo Portes Gil. Sánchez Taboada quería que en cuanto se recibiera de la presidencia el nombre del ungido, todos se pusieran a trabajar en su departamento oficial. Se acabó el almuerzo, vino el café, la copa de coñac, y la buena nueva no llegaba. Otro café, otro coñac, y ¡nada! Pero a las dos horas llegó el primer telefonema: nada se había decidido aún.
A la hora siguiente, otro telefonema: seguía el examen reñido de los posibles candidatos. A la tercera llamada, Sánchez Taboada regresó a la mesa malhumorado por la larga espera y porque se le pintaba una situación confusa, que describió a su invitado exclamando: ´¡Ahora resulta que hasta el viejito de Ruiz Cortines quiere ser Presidente!´ Y a la media hora escasa se le comunicó que a don Adolfo se le había caído hasta el bikini. Sánchez Taboada comunicó la noticia a sus comensales sin otro comentario que un ´¡a trabajar, muchachos! ´
Estos sí eran sucesos históricos; las payasadas de amlo y sus prescindibles y vulgares corcholatas, en cambio, no llegan ni a historietas.
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