El tremendo juez cuarto de Lo Familiar del Poder Judicial del Estado de Colima, José Villalvazo Martínez, definitivamente es todo un caso. El tipo se desempeñaba como juez de Lo Civil en el puerto de Manzanillo, pero por extrañas razones fue trasladado a la capital de nuestra entidad en donde se le creo especialmente el Juzgado Cuarto, pues hasta antes de que llegara por acá sólo existían tres.
La sede del juez cuarto se encuentra en las propias instalaciones del Supremo Tribunal de Justicia del Estado (STJE). Las razones no están muy claras, pero el cambio de Manzanillo a la ciudad de Colima fue muy notorio: las finanzas personales del juez de marras subieron como la espuma, de tal suerte que resultó propietario de un ranchito con una extensión de 70 hectáreas, al norte de la entidad, colindante con el vecino estado de Jalisco, que está equipado con tecnología de punta, lo que significa que las reses lecheras que por ahí abundan se dan el lujo de ser ordeñadas vía satélite, es decir, como película de ciencia ficción.
Una investigación a las finanzas del juez José Villalvazo podría arrojar resultados muy interesantes, en virtud de que un individuo de la clase media y con un sueldo acorde a su posición social sí podría permitirse ciertos lujos en la vida, pero imposible que le pudiera alcanzar honestamente para tener un rancho en el que todas las vacas contentas que pastan tranquilamente ni siquiera se dan cuenta de cuando les exprimen hasta la última gota del blanco y nutritivo néctar.
Por cierto, algo que hasta al ojetísimo magistrado Miguelito García de la Mora le haría morirse de la envidia. El caso es que a las manos del tremendo juez José Villalvazo, evidentemente más chueco que las curvas de La Salada, cayeron dos casos de juicios sucesorios a los que les está dando un manejo irregular, por decir lo menos de un personaje con un turbio pasado.
O sea que pasa lo de siempre: esconde los expedientes o los retrasa para que no puedan ser consultados, se dan informes de uno, pero no del otro juicio, etcétera. Veamos: los dos juicios sucesorios se refieren a bienes en los que el propietario no nombró a nadie como su heredero, lo que siempre resulta un desmadre para los familiares, máxime si no se ponen de acuerdo, como es el caso. Uno de los juicios es el de una céntrica casa a nombre del padre, el cual, al morir, no nombró a nadie para heredarlo, siendo actualmente cinco los hermanos que tendrían que repartírsela.
El otro caso es también una casa de un hermano de los cinco que aún siguen vivos, pues el difunto no contaba con esposa ni hijos a los cuales dejarles ese bien. Bien: la casa del padre solamente la disputan los tres hermanos que viven en Colima, pues dos más están afincados en el sureste del país y no se interesan en el asunto. En Colima dos hermanos están de acuerdo contra el otro, quien se sintió en desventaja y trató de convencer a uno de los que viven fuera para que lo apoye. En el otro caso la situación es más o menos parecida, pero con la diferencia de que es un bien de un hermano muerto, no de un padre, por lo que el juez tendría que determinar la situación legal, siempre y cuando se apegara a la justicia y a la legalidad, que parece no ser el caso.
En efecto: al tratarse de un juez que arrastra vicios de deshonestidad, corrupción, transas y demás, el caso ha tomado otros rumbos, con el evidente fin de favorecer a una de las partes, al tiempo que obstaculiza, pone trabas, alega pretextos poco serios, etcétera, con la otra.
De hecho, van unas siete veces en las que la parte que está resultando afectada ha solicitado entrevistarse con el tremendo juez José Villalvazo, pero es hora en la que el representante del Poder Judicial no se digna atender la petición que se le ha hecho insistentemente ante lo que es un claro atropello. Al parecer, apenas en algo así como el 10 por ciento de los casos un juez atiende personalmente a una de las dos partes interesadas (a lo mejor a las dos partes), por lo que es muy posible que el caso de los dos juicios sucesorios que tiene a su cargo el citado José Villalvazo podrían no estar dentro de la estadística; sin embargo, al saber de los malos pasos en los que anda ese representante del Poder Judicial, podría hacerse una excepción, pero ya no por consentimiento del juez de marras, sino por órdenes de su jefe inmediato; en este caso, el presidente del STJE, magistrado Bernardo Alfredo Salazar Santana.
Bueno, eso sucedería en un Poder Judicial en el que se hicieran correctamente las cosas, pero no en el que preside Bernardo Salazar, al que le tiene sin cuidado lo que sucede en sus dominios –sea bueno o sea malo—, fiel a la máxima que rifa en Las Vegas y que aquí se replica igualmente: lo que pasa en el Supremo Tribunal de Justicia del Estado se queda en el Supremo Tribunal de Justicia del Estado. ¡Y alégale!
9Bibiano Moreno, Jose Alberto Hernandes Flores y 7 personas más9 veces compartidoMe gustaComentarCompartir