Las felicitaciones que recibió el rector Christian Torres Ortiz por su primer año de rectorado fueron nutridas y, la verdad sea dicha, bien merecidas pues pese al difícil año con que le tocó iniciar su gestión, el máximo líder universitario y su más cercano equipo de colaboradores supieron imponerse a la adversidad.
El arranque del rectorado de Torres Ortiz se dio en medio de varios factores cuya complejidad habrían arredrado a cualquiera: por un lado, la pandemia que estaba literalmente azotando a nuestro estado y país, y que obligó a reformular las formas de estudio de nuestra casa de estudios a fin de que no se vieran paralizadas por la emergencia sanitaria, lo que conllevó una organización en todos los órdenes universitarios y la creación de protocolos sanitarios en los que se priorizara la salud de toda la comunidad universitaria.
En segundo lugar, la crisis financiera por la que atravesaba la administración gubernamental pasada g que estuvieron acicateando la estabilidad financiera también de nuestra máxima casa de estudios, al punto de que el rector Torres Ortiz tuvo que ser enérgico en la exigencia de sus derechos presupuestarios pero también in gestor sensato ante las autoridades federales y el gobierno entrante, todo ello sin que los trabajadores universitarios tuvieran que sufrir los estragos de esta problemática. Y finalmente, estaba la conformación del nuevo sello que el actual rector Torres Ortiz le tenia que imponer a su rectorado, para dotarlo así de una nueva personalidad y carácter.
Aunque hay otros aspectos importantes de este primer año, para mí estos han sido los que mayor reto significaron para el rector Christian Torres Ortiz y de los cuales, hay que decirlo con todas las letras, salió airoso. Por ejemplo, con respecto al tema de la pandemia de Covid, la Universidad de Colima tomó en sus debidos tiempos y momentos las decisiones adecuadas.
En la primera etapa de la pandemia, cuando no se contaba con la protección de las vacunas, la decisión rectoral fue que se suspendieran las clases presenciales y se priorizará las virtuales, protegiendo así la vida de estudiantes y trabajadores. Posteriormente, cuando ya se tuvo vacunada a la población estudiantil y a los trabajadores, se inició, como hasta ahora, con un regreso presencial escalonado hasta llegar ahora a la mayor presencialidad, sin descuidar de ninguna manera los protocolos sanitarios previamente implementados.
Ha sido, pues, ejemplar la Universidad de Colima en que ha tratado la pandemia. Por otro lado, y con respecto al rubro financiero, las eficaces gestiones del rector Torres Ortiz con el gobierno de Indira Vizcaino dieron como resultado no sólo que a la Universidad se le pagaran los retrasos presupuestarios sino que además se recuperara, luego de dieciocho años, el presupuesto histórico y cabal que se le había estado regateando, lo que ha constituido un logro inobjetable que redundará en mayores beneficios para el desarrollo de las funciones sustanciales de nuestra alma máter.
Finalmente, y en relación al nuevo sello rectoral, si bien es cierto que no todos los funcionarios universitarios de primer nivel han entendido a cabalidad los nuevos vientos del cambio, el rector Torres Ortiz sí se ha empeñado en demostrar con hecho que es un rector cercano a estudiantes y trabajadores, un rector empático y que sabe trabajar en equipo, con un real compromiso con el bienestar de la sociedad (de ahí su colaboración de apoyo mutuo con gobierno estatal y municipales) y con el desarrollo de nuestra casa de estudios, a la que considera (como yo mismo y muchos) su segunda casa.
En este primer año el rector Christian Torres Ortiz a pavimentado muchos caminos y rutas de acceso a mejores paraderos de bienestar para la máxima institución educativa de nuestra entidad, ahora solo falta seguir creando las condiciones para poderlos transitar sin mayores reveses. Con la comunidad universitaria unida y comprometida, no me cabe la menor duda de que así será.