Las pasadas elecciones dejaron a los antaño partidos hegemónicos (PRI y PAN, principalmente) prácticamente en la lona si consideramos que habían actuado en coalición y que normalmente eran pródigos en la cosecha electorales.
El PRI tuvo durante décadas, lo sabemos, la gubernatura local y el Congreso estatal, además de controlar la fracción judicial, y el PAN tuvo varias épocas de esplendor (una no lejana, por cierto) en las que casi se hace de la gubernatura, gobernó en varias alcaldías importantes y reinó en el congreso local (aunque fuera por un corto plazo).
Con la llegada de Morena al poder federal, el mapa partidista se trastocó de súbito en lo local, y aunque la coalición PRI-PAN-PRD se hizo de una presencia importante en el Congreso actual y recuperó municipios tan emblemáticos como Colima y Villa de Álvarez, aun así pareciera que siguen heridos de muerte, no dejándoles otra opción que repensar con seriedad su futuro más inmediato.
Eso es lo que parece que está haciendo el PAN en Colima, luego de sufrir un fuerte revés que lo obligó a reflexionar en una seria refundación. La nueva dirigencia del PAN, recientemente instalada, con Julia Jiménez como presidenta y el joven pero ya experimentado Paco Santana como secretario, tendrán un gran compromiso por delante. Al PAN se le ha visto, y el estigma creo que sigue, como un partido dominado por dos grupos o facciones políticas, una liderada por Jorge Luis Preciado y otra por Pedro Peralta, en los últimos años en franca disputa.
La rivalidad de estos grupos políticos al interior del PAN no ha hecho, más allá de los beneficios individuales o de grupo mismo, sino ir erosionando la ascendencia de este instituto político en la sociedad, lo cual al final del día ha ocasionado un mal generalizado para todos, sean los de una facción o de otra, tanto que un municipio como Manzanillo, que pudo haber sido ganado ampliamente por el aguerrido panista Jorge Luis Preciado, tuvo prácticamente que arrodillarse a Morena. Muchas circunstancias pudieron haber ocasionado esto, pero estoy seguro que la propia división interna del partido (esta vez en coalición) tuviera mucho que ver en que este proyecto político no llegara a cristalizar.
Es por eso que quizá, en una conversación informal que tuve con el secretario Paco Santana, éste me manifestó tajantemente que no hay retorno en la transformación del PAN y ahora tendrán que convertirlo en un partido competitivo y cercano a la ciudadanía, evitando que las decisiones internas las sigan tomando dos o tres, los mismos de siempre. Asimismo, se tendrá que gestionar con el CEN del PAN la apertura del proceso de afiliación y darle fortalecimiento a las estructuras internas, tanto municipales como del Consejo estatal.
La nueva dirigencia del PAN tiene claro los cambios que deberán hacerse para que el PAN, como partido de raigambre en el Estado, pueda dignificarse de cara a las próximas elecciones intermedias, lo interesante será saber si los poderes fácticos al interior del mismo (y al exterior también) dejarán que vuelva a ser lo que era antes. Nada saludable sería que la facción de Pedro Peralta, que parece que es la que ahora tiene el sartén por el mango, vuelva a repetir todo lo que criticó de la facción liderada por Jorge Luis Preciado, ahora un poco contra las cuerdas. Repetir la misma historia sería, en términos electorales incluso, terminar de sepultar a un partido que, hoy por hoy, necesita convertirse en una verdadera y responsable oposición.