Dice mi mamá que me encanta hacer milagros mientras duermo. Como aquella vez que a mi primo lo abandonó el coyote en la frontera al intentar cruzar para los Estados Unidos, él relató que caminó durante horas por el desierto y que, al agotarse sus fuerzas se refugió tras un matorral mientras temblaba por el intenso frio de la noche, el platicó que antes de desmayarse me vio encender una fogata cerca de él, al despertar lo estaban revisando los paramédicos de la policía fronteriza, que gracias al fuego lo pudieron encontrar en sus rondines nocturnos.
Mi madre desesperada me llevó ante un brujo que se llama “Diógenes”, él le comentó que yo soy capaz de hacer viajes astrales incluso fuera de mi hogar, es decir que el que ayuda a otras personas no soy yo, si no mi espíritu. Mientras los adultos platicaban se me cerraron mis ojos, tiempo que mi espíritu aprovechó para hacer algunas buenas obras como; rescatar a un perrito de ser atropellado, salvar a un niño de un incendio y ayudar a cruzar a una ancianita por la calle. Mientras mi mamá se niega a creer y se pelea con el brujo, otros tienen la dicha de ser ayudados tan solo pidiendo con el corazón.
*Lic. En Ciencias Políticas por la Universidad de Colima. Creador de la columna: El susurro del barrio y colaborador en diferentes medios de comunicación