Hace aproximadamente 12 o 13 años, mi amigo Benicio de la Cruz, quien lamentablemente ya falleció, y yo emprendimos una aventura en busca de una leyenda. Se trataba de un árbol ancestral conocido como “El Guardián”. A pesar de que hace 15 años creo que ya existían redes sociales como Facebook, uno se enteraba más de las cosas por periódicos, reuniones con amigos o conocidos hablando de ciertos temas. En este caso, creo que lo debí haber escuchado de algún conocido que me platicó que El Guardián era un árbol místico y que decían que posiblemente tenía más de 500 años.

Otro dato era que se encontraba en la comunidad de La Yerbabuena, en el municipio de Comala, en el estado de Colima. Por aquel entonces, yo tenía una motocicleta Kurazai estilo chopper, de 150 centímetros cúbicos. No era una moto grande, pero con ella nos aventuramos desde nuestro hogar en Villa de Álvarez, otro municipio colimense. En Colima, las distancias no son muy largas; creo que el trayecto nos tomó alrededor de una hora.

                                                                                                                                                                                   Para llegar al sitio, primero teníamos que pasar por la comunidad de La Yerbabuena y luego ascender un cerrito que, en ese entonces, tenía un camino de terracería. Cabe aclarar que yo no conocía La Yerbabuena y mucho menos la ubicación de El Guardián, así que, al llegar a la comunidad, tuvimos que preguntar a los pobladores en dónde se ubicaba. Desconozco si hoy en día cuenta con algún tipo de pavimentación o huellas de rodamiento. Al llegar al lugar, nos encontramos con un extenso terreno sembrado de aguacates. En las faldas del volcán abundan estos cultivos, ya que entre más alto esté el terreno, más frío es el clima, lo que hace que esas inmediaciones sean el lugar idóneo para la producción del aguacate, especialmente de la variedad Hass.

Frente a nosotros, la entrada al rancho aguacatero estaba cerrada con portones. Sin embargo, notamos un pequeño paso que, suponemos, estaba destinado a quienes querían visitar El Guardián. Sin haber investigado previamente su apariencia o ubicación exacta, decidimos entrar. El lugar parecía completamente deshabitado. Guiándonos únicamente por la intuición, nos propusimos encontrar el árbol más grande y majestuoso del terreno, convencidos de que sería el legendario Guardián.

Caminamos cerca de una hora entre los sembradíos, maravillados por el paisaje: un clima fresco, árboles frondosos, pinos y otras especies que, debo admitir, no identifico con certeza. Nos encontramos con numerosas ollas de agua, que son grandes depósitos utilizados para retener agua en el campo, lo que hacía que el entorno se sintiera aún más mágico.

                                                                                                                                                                   Prácticamente estábamos en las faldas del volcán, pero en ningún momento sentimos miedo o preocupación. En aquel entonces, la violencia en Colima no era como ahora. Así que seguimos nuestra caminata, sin rumbo fijo, sin mapas, solo con la certeza de que el árbol tenía que estar en algún lado.

Tras un rato de búsqueda, decidimos regresar, invadidos por la decepción. El árbol de las leyendas, aquel que albergaba rituales y ceremonias chamánicas y servía de escenario para limpias y prácticas espirituales, parecía haberse esfumado. Sin respuestas, emprendimos el camino de vuelta a Villa de Álvarez. Dejé a mi amigo cerca de su casa y me dirigí a la mía, con la sensación de que nuestra misión había fracasado.

Pero mi inquietud no me dejó en paz. Una vez en casa, me puse a investigar en Google sobre el famoso árbol. Para mi sorpresa, encontré información e imágenes que lo describían como un conjunto de dos o tres tescalamas entrelazadas, formando, según algunos, la silueta de un corazón. Vi muchas fotografías de personas escalándolo, realizándose limpias o participando en ceremonias espirituales.

Continuara…