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Las piedras, han acompañado al ser humano desde que este es.

Es posible, que haya sido su primer medio de defensa y, alguna cueva de piedra, su primera morada.

En la época prehispánica, se dice que el rey Xólotl ordenó un censo entre la población, cada persona dejó una piedra en un lugar específico, en un montón que se llamó Nepohualco; al final, contabilizaron 3 millones 200 mil personas (INEGI, 2010). Actualmente, sabemos que el INEGI se encarga de esta actividad en nuestro país.

Una idea muy ingeniosa, que requiere organización, compromiso, supervisión y responsabilidad.

Las piedras tienen muchos usos. Están en los cimientos de las edificaciones; también, se labran para darles algún destino estético. Se trituran, se les pone color.

También, encontramos este ser inanimado en canciones y poemas; o poemas que se hicieron canciones. Cuco Sánchez, por ejemplo, compartió su dolor entonando ¡grítenme piedras del campo!; al tiempo que afirmaba que la cama y la cabecera de piedra debieran de ser.

José Alfredo, Jiménez, por supuesto, de ellas aprendió que su destino era rodar y rodar. En tiempos más cercanos, Alex Lora afirmó que las piedras rodantes se encuentran. Amanda Miguel, con su peculiar estilo, describió a su rey que era un monstruo de piedra, con su corazón de piedra y que sólo eso tenía para ella.

En este tiempo de elecciones, las piedras tienen otro uso, preponderante. De todos tamaños y formas, su función es que candidatas y candidatos nos regalen su mejor sonrisa sin perder la compostura. En todos los camellones, de avenidas principales, secundarias, terciarias, caballetes de madera se sostienen gallardamente, exponiendo su mensaje, merced a humildes piedras que les dan soporte.

No importa la estética; no hay tiempo para elegirlas, ni siquiera para quitarles el polvo, menos para darles una pintada con los colores de la “marca” -de hecho, parece ser que esto es lo que menos importa-, o de la coalición.

Piedras utilitarias, necesarias y prescindibles. Que no sea esto una metáfora de lo que esos mensajes piden, como fin último y primero: ¡vota por mí! Y que una vez que el triunfo sea, nos quedemos como esas piedras, en los camellones, abandonadas hasta la siguiente elección, donde es posible que vuelvan a tener una vida útil pero efímera.

La piedra no piensa, pero nosotras, nosotros sí. Tenemos una cita este próximo 2 de junio en las urnas. Que tu voto sea razonado y recuerda que el proceso democrático va más allá de sufragar.

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