balvanero@gmail.com / @Balvanero.B
El ser humano confrontado consigo mismo, termina confrontado con los demás.
Esa especie de carrera acelerada hacia el propio fin, hacia la autodestrucción, tiene algo -o mucho de inconsciencia-. La violencia con la que nos comportamos, en todos los espacios de relación, es abrumadora.
No hablemos de cuando, apelando a la solidaridad, empatía, valores comunes, se hacen bandos para confrontar y atacar a otros grupos de personas, también congregados bajos términos similares.
En uno y otro lado se arguye la razón, la verdad, cual si de prenda se tratara.
En dichos trances, no hay búsqueda de argumentación, no se pretenden acuerdos que pongan fin al conflicto, se utilizan tácticas -diplomacia- para buscar puntos débiles, esperar las oportunidades propicias para buscar el aniquilamiento.
La prensa, de todo tipo, registra -al momento- los actuares violentos: en las vialidades, los centros educativos, los espacios de esparcimiento, la vía pública, los entornos privados. Entre personas y entre naciones.
También, por ser temas de interés público, hay estadísticas que se llevan para documentar algunas de estos hechos violentos y las profundas desigualdades existentes, pretendiendo dimensionar los fenómenos para que sean atendidos: 32,223 homicidios (INEGI, 2022); 70.1% de las mujeres de 15 años y más han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de si vida en el país (ENDIREH, 2021); 23.7% de la población de 18 años y más manifestó haber sido discriminada (ENADIS, 2021); 46.8 millones de personas estaban en situación de pobreza en nuestro país (CONEVAL, 2022);
Esto genera genuinos intereses por evitar la barbarie. Este planeta nos ha dicho en muchas ocasiones, y de distintas maneras, que somos una especie más en él, no sus dueños, no sus hacedores, pero si podemos incidir en su destrucción.
Recientemente estuvo en cartelera la película Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023). El tema es la carrera por construir la bomba atómica, hacia finales de la segunda gran guerra, desde la óptica de quienes lo logaron.
A nivel mundial, un grupo de científicos creó lo que se denomina El reloj del fin del mundo, que se supone se ajusta acorde a los acontecimientos que puedan favorecer llegar a la hora fatídica: la medianoche (12:00 pm). En este año, el reloj se avanzó 10 segundos, a 90 segundos (minuto y medio) del momento fatal.
En la escena final entre Robert Oppenheimer y Albert Einstein -después de Hiroshima y Nagasaki-, se mencionó el temor de que en las pruebas se desarrollara una reacción en cadena que acabara con la tierra, concluyendo con la frase: creo que lo hicimos.