Hace unos años había tocado este tema en otra columna, pero creo que es pertinente volver a visitarlo (además quién escribe en este espacio soy yo y lo hago de lo que se me antoje). Aristóteles en su libro La Política analiza las constituciones de algunos Estados griegos, entre estos la de Cartago, en ese apartado mientras comenta sobre la aristocracia y la oligarquía en esa nación antiguamente ubicada en lo que ahora es Túnez, señala que es absurdo suponer que un pobre, pero hombre de bien, se quiera enriquecer a expensas del Estado y que un hombre depravado que ha pagado caramente por su puesto no lo vaya a hacer.

Esto es algo que nos debe dejar algunas reflexiones, especialmente en estos tiempos. Ciertos personajes relacionados al actual partido gobernante llevan una cantidad enorme de recursos gastados con el fin de promocionar su imagen, hasta ahora han pintado bardas, tienen brigadas de personas que reparten material impreso, viajan constantemente, tienen eventos ostentosos y todo con el fin de posicionarse para la candidatura a la presidencia de la república, sumemos el hecho de que no rinden cuentas a la ciudadanía sobre la cantidad gigante de recursos que se han estado gastando, no sabemos exactamente de donde vienen sus recuersos o quiénes lo están aportando, mucho menos sabemos qué es lo que se espera a cambio de ese muy considerable gasto, o mejor dicho, de esa considerable inversión.

La práctica de estos horrorosos vicios no fue inventada ayer, se llevan décadas de gastos impresionantes en la promoción a fin de llegar a un cargo, todo estaría bien si se utilizara solamente lo establecido por nuestras leyes, sin embargo esto no es así, el gasto de una campaña resulta mayor que el presupuestado, los candidatos hambrientos de poder deben recurrir a financiamientos externos(en algunos casos de origen ilícito) para lograr llevar una campaña competitiva.

Los candidatos suelen ser orillados a esto debido a que en ciertas ocasiones el partido simplemente no entrega el recurso correspondiente, aunque en la mayoría de los casos la necesidad de acceder al poder político es tanta que se debe recurrir a otros conductos.

Hay que ser honestos, frente a una campaña de proporciones gigantescas como las que estamos acostumbrados a ver, incluso a nivel de diputaciones locales, un candidato austero simplemente no llega a pintar en la escena electoral, aunque hay sus excepciones como el caso de Pedro Kumamoto en Guadalajara que ganó de forma austera la diputación local por la vía independiente y después de eso ha perdido todas las elecciones en las que ha estado.

Otros factores que pueden influir en la victoria de una campaña de pocos recursos son el voto de hartazgo y el arrastre de un candidato de mayor popularidad, el caso de MORENA en el 2018 es el más famoso, su impulso fue tanto que ganaron candidatos que en otro escenario no habrían tenido ninguna oportunidad real de salir victoriosos, el problema es que luego se creyeron ellos los verdaderos artífices de su victoria.

Se avecina el inicio oficial del siguiente proceso electoral a escala nacional, sin embargo, ya estamos entrando a la etapa de promoción y posicionamiento de los diferentes prospectos a ocupar las candidaturas para los distintos puestos de elección popular y con ello ya se comienza a ver el derroche masivo de recursos, esto con el tiempo se pondrá aún peor, la competencia se torna en un concurso para ver quién está dispuesto a pagar más por el puesto.

No pensemos que estas personas que invierten tanto dinero con el objetivo de acceder al poder hacen todo ese gasto por amor al arte, si pagas por un puesto entonces esperas desquitar lo invertido, y también como en toda buena empresa los accionistas que apostaron por el que logre detentar el poder esperarán que su inversión crezca con bastantes intereses, tomemos eso en cuenta cuando las inevitables campañas electorales se encuentren nuevamente en nuestras comunidades, pensemos en cuál depravado está dispuesto a pagar más.