Bien mirado, sobre la negra conciencia de la delegada federal de los programas sociales en Colima, Viridiana Valencia Vargas, pesan dos muertes: por un lado, la de Roberto Chapula de la Mora, implacable critico de los ojetes cuatroteros y del indirato en pleno en la LX Legislatura local, donde la entonces presidenta de la Junta de Gobierno hizo todo lo que pudo por deshacerse del ahora desaparecido tribuno; por el otro, la de la mujer que murió por el criminal burocratismo y el uso clientelar que le da la 4T a los programas sociales.

El diputado Chapula de la Mora se convirtió en una auténtica piedra en el zapato de la irascible y perversa Viridiana Valencia, quien trató de arrinconar por todos los medios posibles a su oponente en la tribuna, desde donde les dio severas palizas y puso en jaque a los cuatroteros, al grado de que la mayoría morenaca en la LX Legislatura local estuvo a punto de desbarrancarse. De manera conveniente, a la muerte del tres veces diputado local, la mayoría de Morena y compinches se robusteció con todas las adquisiciones de cascajo legislativo que han hecho.

A este respecto, no puedo evitar traer a cuento de nuevo la ocasión en la que se hizo un homenaje póstumo a Chapula de la Mora en la sede del Congreso del Estado, donde asistieron poniendo una cara de afligidas que estaban muy lejos de sentir las cínicas e hipócritas Viridiana Valencia e Indira Vizcaíno Silva. Cabe aclarar que este momento ya fue mencionado en esta columna de culto en su oportunidad, pero vale la pena que lo traiga de nuevo a cuento para refrescarles la memoria a ese par de arpías.

Ese día, antes de iniciar el homenaje póstumo a Chapula de la Mora, aproveché para ir a saludar a un buen amigo que trabaja en el área Jurídica del Congreso del Estado, cuyas oficinas se encuentran en el sótano del edificio, mismo que es utilizado para que algunos legisladores o funcionarios de alto nivel, tras apearse de sus lujosas camionetas blindadas, no tengan que molestarse en caminar más que un corto tramo que, por unas escaleras, los conduce directamente a la sala de juntas y al pleno en el que se llevan a cabo las sesiones públicas.

A punto de salir de la oficina del área Jurídica, en ese momento me percaté que la Gobernadora Altozano y Viridiana Valencia encabezaban un convoy de mujeres (tal vez unas seis más) que, al apearse para encaminar sus pasos del sótano a la planta baja, caminaban tan presurosas que ni un buldozer las hubiera podido parar. A la diestra de Indira, con un semblante de evidente malestar, caminaba la Viri, que en ese momento iba echando pestes en contra de alguien. Ignoro quién era el blanco de los dardos envenenados que lanzaba la impresentable diputada de Tecomán: lo único cierto es que ambas iban molestísimas.

Cuando vi venir ese convoy de mujeres, de inmediato me metí de nuevo a la oficina que estaba a punto de abandonar, pues corría el riesgo de ser arrollado sin ningún miramiento, ya que ninguna de las dos se detuvo para saludar a alguien a su paso, a pesar de que empleados del Congreso del Estado esperaban al menos una mirada de consuelo. La única que sí saludó con una leve sonrisa fue la Lupita Solís Ramírez, secretaria General de Gobierno, que iba abriendo brecha a las dos arpías, cuyos rostros se suavizaron hipócritamente en la sesión extraordinaria.

Por lo que toca a la otra muerte que pesa sobre su negra conciencia, no queda otra que hacer notar que estos son los resultados de una política de manejo criminal de los programas sociales del Gobierno Federal, que solamente usa a los ancianos y a los jóvenes becarios como carne de cañón, es decir, utilizarlos como acarreados para asistir a interminables reuniones para tomarse la foto con los sinvergüenzas cuatroteros, ya sea la propia delegada o la gobernadora del estado. Por cierto, esta última lo único que hace es colgarse de las actividades que son propias de la Federación, pues no tiene nada propio por presumir.

Está claro que ni los ancianos ni los jóvenes deben ser utilizados como ganado para nutrir las reuniones proselitistas que realizan los cuatroteros, tal y como lo hace con desparpajo la actual delegada de los programas sociales, cuya finalidad es usarlos para la foto y decir que cumplen con su cometido, cuando están muy lejos de sentir empatía alguna por la gente más jodida. A este respecto, es muy conveniente citar al propio amlo, miserable que tuvo el descaro de aceptar que su propósito es simple estrategia política, es decir, le valen madre los pobres, pues de lo que se trata es, simplemente, utilizarlos con fines electoreros.

En Colima la delegada Viridiana Valencia usa los programas sociales federales con tintes electoreros, acompañada de su inútil amiga gobernadora, pues busca ser candidata de Morena a la presidencia municipal de Colima, junto con Rosa María Bayardo Cabrera, actual directora del DIF Estatal, que igual posición pretende en Manzanillo. Todo lo que hacen estas tres mujeres, que se creen Bombón, Burbuja y Bellota, se centra en su necesidad de utilizar a la gente para saciar sus ambiciones personales. Allá usted si les cree algo.

Y, claro está, el abuso y la prepotencia no podían faltar: Viridiana Valencia utilizó el expediente médico y el certificado de defunción de la anciana fallecida en el estacionamiento de la delegación del Bienestar para apuntalar su narrativa con la que trató a toda costa de justificar su negligencia en el cargo que aún ostenta. Además, hay que hacer notar que culpó a la propia víctima y a sus familiares por haberla llevado en condiciones no óptimas a recibir una tarjeta de débito. Así, la familia podría denunciar a la Viri no sólo por su negligencia, sino por utilizar el expediente médico para justificar lo injustificable.

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