Después de muchos años que Colima no había sido sacudido violentamente por un temblor, algo así como dos décadas, el sismo de 7.7 grados en la escala de Richter del 19 de septiembre pasado vino a recordarnos que vivimos en una zona eminentemente telúrica. Los colimenses sabemos lo que es estar sobre un suelo voluble, falso y traicionero, por lo que el terremoto de marras vino a sacarnos del marasmo. A las autoridades estatales, básicamente al indirato, en cambio, no las mueve ni Dios para hacer algo en favor de los damnificados, que a la fecha siguen esperando los apoyos prometidos por los cuatroteros.
Lo peor que pudo ocurrirnos a los colimenses fue que el terremoto ocurriera en los tiempos de la #GobernadoraAltozano, mujer inepta, ignorante, insensible, frívola y, en fin, todo un dechado de vicios sin ninguna virtud, pues acorde con su proverbial incapacidad, ella no ha hecho mayor cosa por los afectados por el siniestro (algo así como 3 mil personas). En fin: la misma escuela cuatrotera impuesta por el viejo de Palacio Nacional, pues la pandemia tuvo que aparecer cuando en el Gobierno Federal mexicano estaba al frente un individuo oscurantista de formación medieval que quiso enfrentar el Covid con estampitas, tréboles y demás parafernalia.
El último temblor violento que azotó Colima fue el de enero del 2003, cuando causó estragos inmensos en la entidad, pero principalmente en nuestra capital. Temprano, al día siguiente (el sismo había pegado por la noche), estuvo por acá el secretario de Gobernación del foxato, Santiago Creel Miranda, quien acordó con el gobernador en funciones (Fernando Moreno Peña) la entrega de los recursos a los damnificados, previo a una visita a la céntrica zona de la ciudad de Colima que resultó más dañada. Claro, en esos momentos existía el Fonden (Fondo para los Desastres Naturales), a cargo justamente de Segob, por lo que el apoyo comenzó a fluir rápidamente, sin excusas ni pretextos.
Tras el temblor del tercer 19 de septiembre (el de 2022) al hilo que llevamos en casi cuatro décadas, a Colima no vino el viejo abyecto (“los tiempos del Señor son perfectos”, dijo en referencia no al verdadero Señor, sino a su paisano amlo, sin que ningún católico se indignara por esa monumental falta de respeto) que cobra como secretario de Gobernación, Adán Augusto el Mayordomo de Drácula López; tampoco vino a darse un baño de pueblo por tierras colimotas el tabasqueño, que sólo se limitó a hacer algún comentario idiota (¿hay de otros?) en la Marranera, su sketch cómico-mágico-musical de dos horas diarias. Y fue todo.
Hoy los apoyos no están a la disposición del Gobierno Federal, pues da la casualidad que con amlo desaparecieron el Fonden y otros 108 fideicomisos desde los que se ayudaba económicamente a deportistas de alto rendimiento, a científicos, al cine mexicano, a estudiantes, etcétera. No fue como en la era de Fox, cuando el recurso a fondo perdido surgió fácil porque existía el Fonden y las autoridades no se andaban con las pendejadas a las que tiene acostumbrados a sus chairos el senil anciano macuspano. Puede que echen mano de lana de otros lados, pero la ayuda, si es que llega, será alguna limosna que se las restregarán en la cara los cuatroteros a los damnificados en lo que les quede de vida.
Hace días, con un cinismo digno de mejor causa, la súper delegada federal de programas sociales en Colima, Viridiana Valencia Vargas, dijo que los gobiernos municipales tenían que participar también en el apoyo a los damnificados. Por supuesto, su ignorancia le impide reconocer a esta perdularia funcionaria de cuarta que los municipios no tienen la obligación de ayudar, salvo en lo poco que puedan por lo raquítico de sus presupuestos; en cambio, el Gobierno Federal sí tiene facultad constitucional de hacerlo, aunque con la novedad de que el Fonden ya no existe como tal ni la ayuda, si la hay, es como la de antes.
Ahora, con su ineptitud a cuestas, los de la pitera 4T apenas son capaces de ir a tomarle fotos a la inútil Indira Vizcaíno Silva, dizque haciendo como que pintaba una barda, cuando la falsedad de su acción y su gesto son evidentes: una casa dañada por un terremoto no ocupa la pintada, sino tumbarla y volverla a levantar; o bien, reforzarla. En estas condiciones, lo último en lo que uno piensa es en pintar un muro que se logró erigir de entre los escombros, pero la vaquetona de la Indi consideró que se ve muy pegador para las redes sociales darle vuelo a la brocha gorda en un caso en el que la pintada es lo que menos importa.
El caso es que, a un mes del siniestro que dejó al menos tres muertos, el indirato y sus compinches cuatroteros no han movido uno solo de sus varios dedos que tienen distribuidos entre pies y manos para ayudar a los miles de damnificados, incluso con sus mezquinos y miserables pleitos internos que se traen con los de su propia secta morenaca.LEER MÁS
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