De manera inexorable pasan los días, las semanas, los meses. En septiembre, el próximo mes, la #GobernadoraAltozano rendirá su primer –de seis— informe de gobierno fallido. ¿Qué va a informar? ¿De qué va a hablar? ¿Cuál va a ser la obra espectacular que va a poner en servicio, como parte de la parafernalia que viene aparejada al festejo político? “Es un misterio muy misterioso”, dirían los del Canal Random, aunque los prefiero por ser mucho más divertidos que todos los que forman parte del chiquigabinete de vacilada del indirato, incluido el vejete chisme caliente Arnoldo Vizcaíno Rodriguez, gobernador de facto de Colima.

En los primeros 100 días de gobierno de Indira Vizcaíno no se hizo absolutamente nada, como es tradición que se atribuye al presidente Franklin D. Roosevelt, el mejor que ha tenido Estados Unidos, que sacó adelante al país en la época de la llamada Gran Depresión, seguramente porque “no son iguales”. En realidad, lo cierto es que no se cuenta con un documento rector en el que se contemplen las obras a realizarse durante el sexenio, pues está tan limitado el chiquigabinete de vacilada que lo único que hace es improvisar sobre la marcha. No hay un plan al cuál apegarse: en el indirato solamente hay ocurrencias.

Cuando Colima se encontraba inmerso en la campaña, el año pasado, en esta columna de culto sostuve que no era conveniente que llegara al Poder Ejecutivo una oscura Indira Vizcaíno, ya que, al ser la favorecida por el dedazo de amlo, ella sólo sería una marioneta sin voluntad que manejaría a placer el senil anciano de Macuspana. Incluso, para hacer más gráfica mi argumentación, mencioné que, si el macuspano le ordenaba a Indira que saltara, Indira saltaría; si el macuspano le ordenaba que ladrara, Indira ladraría; si el macuspano le ordenaba que volviera a saltar, Indira volvería a saltar.

A la fecha, lamentablemente, eso es lo que hace exactamente Indira Vizcaíno en su relación de absoluta sumisión hacia el que le debe el cargo de gobernadora: no tiene voluntad propia y, por tanto, permanece atenida a cuanta instrucción se le dicta desde el virreinal Palacio Nacional. No es que Colima no genere sus propios recursos económicos, pues cuenta con una Aduana y una Asipona (¡ah, pinche nombrecito que le impusieron a lo que antes era la API!), pero alguien tan abyecta como la expresidenta municipal de Cuauhtémoc sería incapaz de tratar de hacer valer el Pacto Federal y la autonomía de nuestro estado libre y soberano que, hoy por hoy con amlo, son letra muerta.

Así, aunque Colima podría ser autosuficiente con lo que obtiene de impuestos que se generan en el puerto de Manzanillo, a una gobernadora como Indira Vizcaíno no le queda otra que mendigar algunas pocas migajas del gran pastel que reparte el Gobierno Federal. Vamos: un 50 por ciento de devolución (50 centavos de cada peso) de lo que la entidad envía a la Federación sería un logro estupendo para los colimenses, en virtud de que en la actualidad, desde varios sexenios anteriores, apenas recibe como cinco centavos de cada peso que recauda el ojetazo SAT de la no menos ojetísima Secretaría de Hacienda.

En este sentido, la titular del Ejecutivo de Colima vive de las limosnas que le da la Federación, lo que apenas le deja margen para algunos gastos de operación que son mínimos, incluidos los fallidos incrementos salariales (que eran mega ajustes) que el indirato ya se había autorizado muerto de la risa. Por consiguiente, resulta muy pertinente la insistencia: ¿de qué va a informar Indira Vizcaíno en septiembre, además de llevar la contabilidad de los muertos –a los que desde el poder se ha criminalizado infamemente— que son víctimas del crimen organizado, junto con los daños colaterales, y que sí son atribuibles a su sexenio perdido? LEER MÁS

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