Seamos bien claros: si no es porque muy pocos miembros de la prensa local abordamos el tema del accidente en el que un junior mató en un accidente de tránsito a un taxista rumbo a Boca de Pascuales, Tecomán, el diputado Armando Reyna Magaña seguiría disfrutando de impunidad absoluta y aún sería el presidente de la Junta de Gobierno de la LX Legislatura local, además de líder de la bancada morenaca. Sin embargo, como fue exhibido en toda su miserable magnitud, las cosas se le escaparon de las manos y el borrachales de su hijo no andaría ahora a salto de mata por Estados Unidos.

El impresentable Armando Reyna no es ninguna víctima de nada, como lloriquea sin ningún sentido su colega Katia Castillo Hernández, del Partido Encuentro Solidario (PES), pues la hoy viuda del taxista Carlos Castillo no pudo haber inventado la historia de que, en el lugar de los hechos, estuvieron presentes los tres, es decir, ella, el diputado tecomense y el beodo hijo, al que intentaron lavarle la cara en complicidad con todo el aparato morenaco, dado que la administración municipal de Tecomán, el Gobierno del Estado y el propio interesado pertenecen al corrupto partido de los nuevos ricos en la entidad.

El caso es que, ante la presión de la prensa local, que jugó en este caso un papel fundamental, no quedó otra que cumplir y hacer cumplir la ley, algo que el tribuno esperaba saltarse alegremente, en claro abuso de autoridad cuatrotera. La prensa, insisto, fue clave en este caso: los primeros informes, como un rumor, se dieron en la ciudad de Tecomán. Varios representantes de medios tecomenses hicieron correr la especie; sin embargo, hubo control de daños, a base de soltar dinero y acallar la bronca, a excepción de la posición firme del directivo de El Alacrán, que al final fue el único que dio seguimiento al caso.

Otros miserables que amenazaban con dar a conocer la noticia mostraron de lo que están hechos. Así, se hizo evidente lo que pasa con los chayoteros que están bien ubicados, sobre todo los de Tecomán, que son comprados con una orden de tacos tuxpeños y una Pepsi; o bien, como lo define un colega: se venden por una orden de ceviche y una caguama. El problema es que, por barateros, esa clase de alimañas no son muy confiables para nadie: su lealtad termina en cuanto les pasó la cruda o se les bajó la orden de ceviches o de los tacos tuxpeños. Lo bueno es que todos conocen bien quiénes son esas lacras.

En fin: tras la denuncia hecha en El Alacrán Digital, periódico de Tecomán, el tema fue retomado por poquísimos periodistas de la capital del estado, pero notoriamente de los que escribimos nuestros textos en la lectura obligada que es nuestra página PXPress. La prensa impresa, cada vez más insignificante, no dijo ni pío, Tampoco se escribió media palabra sobre el caso en el resto de los medios existentes que tiene a su servicio el indirato. Por tanto, que no salga la ignorante y chillona diputada del PES con el cuento de que su adorado defendido es víctima, incluso de los morenacos, porque eso es completamente falso.

Casi toda la prensa de Colima no dijo absolutamente nada sobre lo que provocó el borracho hijo del diputado Armando Reyna; sin embargo, cuando fue exhibido por los medios que no controla el Gobierno del Estado, fue hasta entonces cuando el largo (y tullido) brazo de la ley comenzó a moverse, por conducto de la Fiscalía General, cuyo titular, el holgazán Bryan Alejandro García Ramírez, había estado fingiendo demencia ante lo que fue un claro asesinato (imprudencial, pero asesinato al fin de cuentas) de un taxista tecomense. Así, pues, el tipo tuvo que olvidarse de su proverbial pachorra y abrió una carpeta sobre el caso.