Las innumerables muertes que han ocurrido en Colima, primero por culpa de la pandemia y ahora por la violencia desatada entre las bandas rivales del crimen organizado que operan aquí, ha sacado repentinamente de su rutina a todos los trabajadores del Panteón Municipal de la capital del estado, que nunca imaginaron que llegara a suceder algo en un lugar que, por tradición, históricamente siempre tuvo buena fama de apacible por décadas. Así, casi desde inicio del presente año, el trabajo se multiplicó, igual que se multiplicaron los muertos por ejecuciones directas o por “daños colaterales”.

El sencillo local que alberga las oficinas del histórico Panteón Municipal de Colima, sobre Camino Real, es el ingreso a un lugar en el que 14 hectáreas albergan un total de 10 mil tumbas. Abandonado a su suerte los dos últimos años de la anterior administración municipal, encabezada por Locho Morán, su actual administrador, Juan Manuel Elisea García, se encontró con la novedad de que una extensa área del predio estaba convertida en un auténtico basurero y varias de sus calles eran prácticamente intransitables, justamente por falta de mantenimiento del indolente y fallido excandidato a gobernador del estado.

Al principio, durante una pandemia que le tocó lidiar a Locho Morán, los problemas se presentaban en el panteón porque la mitad del personal tuvo que resguardarse en su domicilio para evitar los contagios. Los operarios, como se les denomina a los sepultureros, tuvieron que trabajar el doble y hasta el triple de lo normal, pues en la anterior administración no hubo ningún interés por esa importante área en la que, si bien es cierto que los que allí llegan a reposar para su descanso eterno ya no pueden reclamar nada, sí lo pueden hacer sus familiares vivos. Hoy, durante la nueva administración de Margarita Moreno González, el cambio es notable.

A la presidenta municipal de Colima le tocó la violencia que deja en promedio un saldo de tres muertos al día en las calles. A esas muertes hay que agregar la de los que fallecen de muerte natural, por accidentes, por enfermedades, por la pandemia que aún no concluye, etcétera, por lo que el Panteón Municipal, de tener en promedio un entierro diario, se disparó ¡a los siete!, lo que le creaba problemas al personal, aunque con la gran diferencia de que a Margarita Moreno sí le interesa todo lo que ocurre en esa área de 14 hectáreas que está abierta para los colimenses desde el 1° de enero de 1884.

Tan es mucho el interés porque el panteón se encuentre en mejores condiciones para dar una mejor atención a los deudos de los difuntos que ahí son llevados a sus tumbas, que en los primeros días de iniciada la nueva administración se formó una gran brigada (programa al que ahora oficialmente se llama Talacheando), en la que participan las diferentes direcciones que dependen del Ayuntamiento de Colima, donde el personal logró juntar en esa ocasión ¡50 toneladas de basura!, que es equivalente a lo que se genera en una colonia durante varios días.

Tal era, pues, el abandono en el que estaba ese lugar en tiempos de Locho Morán. En una segunda jornada de Talacheando que se llevó a cabo en el Panteón Municipal, el administrador tuvo el buen tino de llevarse a la gente a lo que se conoce como el área común (que realmente es donde está la fosa común), que también se encontraba olvidada desde la anterior administración.

Ese lugar, por su función, puede resultar desagradable para cualquiera, pero no para el que está al frente, de ahí que también le metieran mano. Así, pues, mejoró. aunque hace falta dedicarle más tiempo al espacio. Y en lo que va del nuevo gobierno municipal de Colima, no existen lugares malditos: a todos les llega –literalmente— la barredora.

El apoyo de la edil de la capital del estado al panteón no es sólo el de incluirlo en su programa emblema, sino que también hizo el esfuerzo económico para que el número de sepultureros aumentara a raíz de la mortandad que se desató en todo Colima. Así, ahora se cuenta con seis más, lo que suma un total de 15, que se dividen en dos horarios: los que entran a las 7 de la mañana y salen a la una de la tarde, así como los que se presentan a la una y salen a las 7 de la noche. Así, en términos claros, el lugar está abierto al público diariamente por 12 horas.

Si bien el panteón atiende entierros desde las 7 de la mañana, es tradición que los deudos y familiares de algún difunto se presentan con el cortejo fúnebre a partir de las 8 o las 10 de la mañana (a las 9 se toman un descanso para desayunar), pues antes asisten a una misa de cuerpo presente. Por supuesto, los tiempos violentos que se viven han obligado a hacer algunos cambios por razones de seguridad: aunque un cuerpo es esperado hasta dos o tres horas más tarde, los familiares se presentan antes para terminar cuanto antes con el ritual para no tenérselas que ver con sicarios que suelen merodear en los velorios de ejecutados.

A veces pasa que un difunto asesinado es trasladado directamente del Centro Médico Forense de la Fiscalía General de Justicia a lo que será su última morada en el cementerio. El miedo que genera la violencia no es de balde. Un lugar conocido como la loma, que se ubica en la parte más vieja del panteón, es protegida por el INAH, pues por ahí se encuentra una pirámide enterrada. Pero la institución federal también tiene control sobre el paseo en el que están varios de los mausoleos más hermosos del lugar, en una pequeña glorieta que se forma con una pila de agua en medio.

Como es de esperar, en esa zona no se pueden hacer modificaciones, derribar alguna parte o construir otra, a no ser que se cuente con la autorización del citado Instituto. Incluso, de tener que añadirse algo a la bella arquitectura, tendría que hacerlo un arquitecto especialista.

En fin: el Panteón Municipal es un enorme cofre de riqueza cultural de un Colima de más de 130 años de historia, que comenzó a funcionar cuando se clausuró el anterior, mismo que se localizaba en lo que es hoy parte del Palacio Federal, en pleno centro de la capital. El predio de 10 mil tumbas continuará dando servicio a las familias que tienen propiedad ahí, con un costo unas seis veces menor que en la de un cementerio privado. El lugar es por sí mismo un recinto con historia, pero fue olvidado por un político sin ninguna visión (Locho) que nunca le dio la debida importancia que se merece.

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