Periodistas, columnistas y opinadores de la capital del país coinciden en que no son lo mismo amlo y Luis Echeverría Álvarez, con una diferencia de 50 años entre uno y otro gobierno. Es cierto: no son iguales, pero indudablemente que el del viejo tabasqueño tiene en el de LEA a su máxima inspiración y modelo a seguir, más que nada porque los dos han manejado el populismo, la verborrea sin fin, la actitud mesiánica, el narcisismo, la creencia de ser eje del mundo, aspirar a un liderazgo mundial, etcétera. Ciertamente, no son la misma mierda, pero apesta a diablos el par de ojetes.
El presidente Echeverría hizo su carrera política como burócrata, habiendo pasado en la Secretaría de Gobernación una etapa fundamental en la que se fue gestando y consolidando la candidatura que lo llevó finalmente al poder absoluto, primero como subsecretario y luego como secretario, 12 años a la sombra de su jefe que, al final, lo premió con el mejor regalo que para todo mexicano es su máxima aspiración: Gustavo Díaz Ordaz.
El vejete amlo, en cambio, se fogueó en las filas del PRI, pero renunció cuando no le dieron la alcaldía de Macuspana y, por tanto, se convirtió desde la oposición en un agitador social. Llegados al poder por caminos completamente distintos, ambos confluyen con su populismo que tiene en los pobres su mayor preocupación, la verborrea de uno y otro ha sido interminable, ambos enfrentaron a los empresarios (en tiempos de LEA asesinaron a Eugenio Garza Sada, pero tuvo el cinismo de presentarse al funeral en la ciudad de Monterrey, lo que fue visto por todos como una burla y una provocación).
El político fallecido les llamaba “riquillos”; el macuspano tiene un arsenal de calificativos, aunque su cantaleta más conocida es acusarlos de formar parte de “la mafia del poder”. Con Echeverría las críticas a los jóvenes “del coro fácil” eran las de llamarlos fascistas, comparándolos con las camisas pardas (o camisas negras) de Benito Mussolini; el viejón que habita el Palacio Nacional, en tanto, agarra parejo y a sus adversarios políticos, que pertenecen a la clase media, académicos, periodistas, científicos y, en fin, un amplísimo sector de la gente pensante del país, para él son fifís, aspiracionistas, traidores a la patria, entre otros adjetivos.
Así, si con LEA eran los “emisarios del pasado”, con amlo son “los neoliberales” los causantes del desastre en el que se encuentra actualmente el país. El tabasqueño depredador es causa de pena ajena en el concierto internacional, con actitudes propias de un asno que desconoce el papel más elemental de lo que es un estadista, de ahí que haya tenido conflictos con la prensa de varios países, la Iglesia Católica, la comunidad judía, etcétera, amén de esmerarse en picarle los huevos al tigre gringo, que en cualquier rato –tarde que temprano— se las va a cobrar todas de un solo golpe.
Ya lo hizo EU con payasos bravucones que se le pusieron al brinco: el mejor ejemplo es el del general Noriega, de Panamá, al que doblaron y luego trasladaron a una cárcel en Miami. En los tiempos de Echeverría las cosas no iban mejor: igual que ahora lo hace amlo, se peleó con España (con el dictador Francisco Franco a la cabeza), fue acusado por Israel de antisionista (con el correspondiente boicot a México de la poderosa comunidad judía internacional), fue calificado de esquirol por miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y, por si fuera poco, aspiró nada menos que a ser el secretario general de la ONU o, ya de perdida, a Premio Nobel de la Paz.
¡Modesto el hombre! Por supuesto, utilizó a sus vocerdos para que lo promovieran, aunque todo fue en vano. En fin: amlo y LEA se hermanan en sus desastrosos gobiernos, aunque hoy los mexicanos tenemos la ventaja de votar libremente por mejores hombres y mujeres que no provengan de Morena, aunque con el riesgo latente de que el autócrata amlo y su secta morenaca le den en la madre al INE y nos regresen exactamente a los tiempos en los que un solo hombre decidía por todos e imponía a su delfín, una vez beneficiado del dedazo y era ungido como monarca sexenal.
Con todo, es deber patriota dar la pelea contra el autoritarismo de un anciano perverso que se inspiró en un añejo expresidente que acaba de irse al hoyo. Eso sí: amlo le dio en la madre al país a la mitad del sexenio, lo que a LEA le llevó más tiempo, lo que indica que el alumno ya superó al maestro.
6Bibiano Moreno y 5 personas más11 veces compartidoMe gustaComentarCompartir