El triunfo de Gustavo Petro en Colombia sin duda alguna marca un hito histórico como la llegada del primer presidente de izquierda del país, para todos los partidarios de estas corrientes esto es un paso muy importante afín de lograr un cambio social en dicha nación, además esto se ve como algo sumamente esperanzador en el contexto de la ola de victorias izquierdistas a lo largo de Latinoamérica pintando así la mayoría de la región de color rojo, tonalidad característica de la lucha del proletariado.
Hay que aclarar que esta región es propensa a cambios drásticos de ideología en sus gobiernos, de hecho la derecha tuvo una racha ganadora que cambió el panorama político antes que la actual oleada sucediera, la raíz de estos cambios se pueden encontrar dentro de la historia de la región en especial durante el periodo de la Guerra Fría.
No todo es miel sobre hojuelas rojas respecto a estos avances izquierdistas, muchos de los presidentes están enfrentando una severa crisis de popularidad y desentendimiento con la población, podemos ver el caso del peruano Pedro Castillo que tiene una desaprobación gigantesca del 76% a causa de una crisis de sistema político que sufre el país andino; en el caso del mandatario argentino Alberto Fernández es igual de severo, el no haber podido manejar la insaciable crisis económica argentina lo ha hundido a solo un 35% de opinión positiva; Gabriel Boric a pesar de su poco tiempo al poder de Chile y de liderar una campaña de esperanza y renovación dejando atrás el pasado obscuro de Pinochet, solo logra mantener un apoyo del 44%.
De acuerdo con el índice de democracia global de The Economist todos estos países entran en el apartado de democracias deficientes, mientras que en el de regímenes híbridos nos encontramos con otros gobiernos de izquierda que cuentan con respaldos impresionantes como lo son el de Luis Arce en Bolivia y el de Andrés Manuel López Obrador en México.
Como ven no tomé en cuenta a los regímenes no democráticos como el de Venezuela con el chavismo, el Nicaraguense con su deformación del sandinismo ni el de Cuba que con la victoria de su revolución logró cimentar el único gran Estado comunista en América y uno de los últimos dos en el mundo. Tanto la izquierda como la derecha no están hechas para durar, en algún punto la población cambiará al gobierno y con este a su ideología, en un mundo tan complejo y en una región con tanta injerencia de otros intereses, ningún socialista ni capitalista lograrán dar soluciones absolutas a las problemáticas que vive una nación, la actitud tomada por los militantes de cada bando solo abona a una polarización que tornará más inestable la situación política.
El objetivo de esta columna por ningún motivo es atacar o manchar a la izquierda o defender a la derecha, el respeto y la retroalimentación de las dos grandes y variadas corrientes es lo que llevará a una vida política más rica y saludable, por lo pronto dejemos que celebren hoy los rojos como ayer celebraron los azules porque mañana estos se lamentarán como hoy lo hacen los otros