En los pasados “Diálogos por la Transformación”, la gobernadora Indira Vizcaíno anunció que en breve se iniciaría con el programa ColiRed, Wifi Libre, con el que se pretende beneficiar con internet gratuito a más de quinientos mil colimenses, sobre todo aquellos que viven en localidades apartadas y no cuentan con este servicio, aunque también habrá puntos en las zonas urbanas.

Esto es que comunidades como La Becerrera, Las Conchas, Tamala, El Mixcoate, La Sidra, Tinajas, Las Tunas, etcétera, podrán ahora gozar de este servicio sin ningún costo. El programa se impone ambicioso y se espera que realmente sea efectivo, pues ya en el pasado se han hecho esfuerzos en este sentido sin realmente lograr la efectividad esperada.

De cualquier modo, si pensamos en dar unos cuantos pasos adelante, y dado que nuestra entidad vive uno de los peores momentos de su historia con respecto al tema de la violencia, no sería para nada inalcanzable que pudiera pensarse en aprovechar esta disposición tecnológica para también sacarle provecho a las brechas relacionadas con el acceso (bien dirigido y como política de Estado) a la información y, más aún, al conocimiento.

En su artículo “Para regenerar la sociedad civil, empieza con una biblioteca” publicado en 2018 en el New York Times, el director del Institute for Public Knowledge, Eric Klinenber, enfatizaba el poder que tenía la lectura para restaurar el tejido social y la importancia de que los gobiernos se dieran cuenta de esto para que, en consecuencia, se animaran a apostarle a invertir en bibliotecas públicas y escolares, facilitando con ello el acceso a la información y al conocimiento indispensable para el progreso de cualquier sociedad.

Por lo tanto, si estas comunidades apartadas ya van a contar con internet gratuito, ¿por qué no pensar en facilitar la creación de una biblioteca digital que, dependiente de la red de bibliotecas con que cuenta nuestro estado, pudiera ofrecer un catálogo de préstamo de libros electrónicos y audiolibros gratuitos para todos los usuarios? Bastaría un acuerdo con, por ejemplo, el Fondo de Cultura Económica, que cuenta con un catálgo importante de libros electrónicos, y quizá otro con la misma Universidad de Colima, que desde su Coordinación General de Tecnologías de Información ha logrado proyectos exitosos en el ámbito de las tecnologías, para con ello generar la herramienta necesaria para la cristalización de un proyecto que podría –para aquellos que quisieran realmente sacarle provecho- transformar la vida de muchos colimenses.

Más adelante, las propias bibliotecas municipales podrían extender pequeñas unidades bibliotecarias a estas comunidades apartadas y ofrecer servicios de préstamo de computadoras para aquellos incluso incapaces de gozar del internet gratuito por no contar con la disposición tecnológica necesaria, y así poder evitar ser excluidos del derecho a la información y al conocimiento.

Lo que quiero decir es, pues, que con un proyecto así no sólo se reduciría todo a ofrecer internet gratuito, sino también a crear las condiciones para que la sociedad (sobre todo la más vulnerable) pueda también gozar del derecho al acceso a la información y al conocimiento.  

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