El diputado Roberto Chapula de la Mora tuvo el consenso hasta el final. Así, logró convocar este miércoles 4 de mayo en la sede del Poder Legislativo local a toda la clase política de Colima, incluida la que pertenece al partido de los nuevos ricos, causantes de la violencia que convirtió en una víctima al propio tribuno, que cayó abatido por los sicarios sin nombre ni futuro.

En el homenaje de cuerpo presente, empero, algo me llamó poderosamente la atención: la mezquina presidenta de la Junta de Gobierno, Viridiana Valencia Vargas, fue a la única a la que el público presente le negó el aplauso. No es invento ni cosa parecida: tal vez a muchos les pasó inadvertido tan preciso detalle, pero difícil dejar pasar por el contexto en el que se dio: la primera oradora, de una larga lista de homólogos del desaparecido diputado, quien pasó lista de presente por última vez, no fue aplaudida por nadie.

Imposible pensar que todos los presentes se pusieron de acuerdo; más bien, creo que, en el fondo, con esa manera de ignorarla todos mostraron su desprecio hacia la hipócrita de la Viri Valencia, que se dijo dolida por la muerte de alguien con el que tuvo diferencias muy marcadas en el tiempo que les tocó convivir en el mismo espacio. Ciertamente, el Congreso del Estado es la máxima tribuna en Colima para debatir las ideas.

La propia Viridiana aceptó que Chapula de la Mora, después de terminadas las acaloradas sesiones, se acercaba a ella para decirle que “es política”, dando a entender que no había que tomársela muy personal, como sí lo hacen los ignorantes morenacos que fueron bajados del cerro a tamborazos.

Una con el comportamiento cerril, zafia, rupestre, primitiva, es la de Tecomán, que en su vida imaginó llegar a ser, sin más mérito que ser amiga de la #GobernadoraAltozano, la presidenta de la Junta de Gobierno. Bien: Chapula de la Mora le recordaba a Viridiana que todo es parte de la política, porque él era político por antonomasia.

La que nunca lo entendió fue la diputada, que en su cerrazón e ignorancia trató de acallar en varias ocasiones a su colega, amparándose en el argumento de la equidad de género, bandera que se emplea a mansalva para convertir en agresión cualquier cosa que vaya en contra de las obtusas creencias que tienen las feminazis y todas esas sectarias que piden que se les respete como mujeres, pero sin entender que el respeto debe ser de ida y vuelta, no sólo de ida.

La intervención de Viridiana Valencia fue la primera de la jornada, pero nadie se tomó la molestia de aplaudirle su hipócrita, cínico y falso mensaje enviado dizque muy compungida.

La diferencia se notó con el siguiente orador, Héctor el Traxcavo Magaña Lara, que, al término de su intervención, fue aplaudido por el público que llenó el auditorio de la sede del Congreso local. Los que siguieron al coordinador de la bancada del PRI en la LX Legislatura local, como Crispín Guerra Cárdenas, Priscila García, Evangelina Bustamante y no se diga el conmovedor mensaje de Katia Castillo, fueron aplaudidos por ser auténticos y sinceros.

Poco antes de iniciar la sesión solemne, en el sótano del Congreso local, me tocó presenciar algo que pinta de cuerpo entero a los falsos, insensibles y ojetazos miembros de la nueva casta de políticos de origen morenaco.

En una de las salas que se apretujan ahí, saludé a un amigo abogado, con el que sostuve una charla breve. Me despedí y ya me dirigía hacia la puerta para subir a la siguiente planta, donde tendría lugar la sesión. Me detuve en el umbral: en ese momento, con un séquito de mujeres, Indira Vizcaíno Silva venía presurosa, con cara de sargento mal pagado, en dirección a la entrada por cuyas escaleras se llega el pleno.

Decidí meterme a la oficina de la que estaba a punto de salir para no tener que toparme con la infame mujer, a la que acompañaba la infame Viridiana Valencia, quien en ese momento echaba pestes en contra de alguien. Pasaron de rondón, sin detenerse a saludar a nadie: ni siquiera al personal que hizo valla para dejarle el paso libre a la gobernadora y a su séquito, con la secretaria General de Gobierno, María Guadalupe Solís, abriendo brecha y siendo la única que al menos saludó cortésmente al que se encontró en el camino.

A todas las demás la patanería las pinta de cuerpo entero. Arriba, más tarde, nadie aplaudió a la hipócrita Viridiana Valencia. Y si bien era una sesión solemne en la que tenían que estar presentes los representantes de los tres Poderes de gobierno en Colima, la Gobernadora Altozano no dijo ni movió sus labios ni alguno de los varios dedos que tiene distribuidos entre pies y manos.

O sea: la convidada de piedra pudo no haber asistido y jamás se hubiera notado su ausencia, que resultó innecesaria. Y Bernardo Salazar Santana, presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, cuidándose del gañán magistrado Miguelito García de la Mora, su colega de andanzas.

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