Uno de los mayores embustes de amlo (el rey de los embustes) es el de tratar de comparar el suyo como el cuarto mayor momento histórico que se ha vivido en el país, sólo –por el orden en el que se dieron— por atrás de la Independencia de México (Hidalgo), la Reforma (Juárez) y la Revolución (Madero). O sea: el vejete tabasqueño, en su narcisismo y egolatría inigualables, se vende nada menos que como el heredero legítimo del legado de personajes como Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Francisco I. Madero, ¡Modesto el hombre!.

El pasado ejercicio ciudadano de revocación de mandato, efectuado en el país a un altísimo costo sólo para cumplirle el capricho al autócrata de Palacio Nacional, es una de las tantas pruebas del egocentrismo de un sujeto digno de estudio por la psiquiatría, donde el buen Sigmund Freud sería el hombre más feliz analizando al sátrapa macuspano.

Como sea, la payasada de la cuarta transformación no es una herencia que viene de la Independencia, la Reforma y la Revolución, sino de algo más prosaico: del PRI autoritario, verticalista y casi único. La realidad es que el viejo mitómano viene del PRI y, por tanto, no niega su origen, sino que lo confirma con estos datos tal vez conocidos, pero que pocos recuerdan con precisión, salvo los historiadores. A ver: la Primera Transformación no fue la Independencia, la Segunda no fue la Reforma y la Tercera no fue la Revolución.

La única que sí es suya es la Cuarta, movimiento chafa que no tiene nada de especial, ni de extraordinario, ni de heroico ni cosa parecida. La Primera Transformación fue el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR), a cuyo fundador, Plutarco Elías Calles, amlo busca seguirle los pasos, tratando de crear su propio Maximato. La Segunda Transformación fue la de cambiar las siglas del PNR por las del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), autoría de Lázaro Cárdenas. La Tercera Transformación fue con el surgimiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en tiempos de Miguel Alemán Valdés. La Cuarta Transformación, por tanto, es el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), un engendro de amlo.

En los tiempos de Lázaro Cárdenas el Partido contaba ya con sus cuatro sectores muy bien definidos: el campesino (CNC), el obrero (CTM), el popular (CNOP) y el militar (la Secretaría de la Defensa Nacional, pues hay que recordar que en ese tiempo aún eran poderosos los uniformados). A la llegada de la era civilista en México, a partir del alemanismo, el sector militar desapareció, aunque durante décadas existió el PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana), apéndice priista que se creó sólo para darles juego a los ya para entonces vetustos militares que venían de los movimientos revolucionarios de principios del siglo XX. Con amlo y su Cuarta Transformación el Ejército ha vuelto por sus fueros, con un poder jamás visto en ningún otro gobierno civilista de México, lo que a la propia ONU le parece preocupante, al grado de que le acaba de pedir que no mantenga a los militares haciéndose cargo de la seguridad del país.

Es obvio que el vejancón no le va a hacer ningún caso al organismo internacional, pero no cabe duda que su dizque movimiento transformador no pasa de ser un homenaje al Partido al que admira; en especial, en sus pasajes más siniestros y autoritarios. Veinte años después de publicado el libro El laberinto de la soledad, Octavio Paz lanzó al mercado su pequeño volumen denominado Posdata, donde hace algunas precisiones sobre su célebre ensayo, amén de tratar otros temas fundamentales.

Pues bien: escrito a fines de la década de los 60 (en diciembre de 1969), el Premio Nobel de Literatura jamás se imaginó que lo que escribió acerca del PRI, prácticamente sería lo mismo que diría hoy de Morena, sólo con el cambio de las siglas de los dos partidos, lo que me convence totalmente que el partido fundado por amlo es la Cuarta Transformación… del PRI. En las páginas 52 y 53 de Posdata dice Octavio Paz lo siguiente: “… El presidente tiene poderes inmensos, pero no puede ocupar el puesto sino una sola vez; el poder que ejerce le viene de su investidura y desaparece con ella; el principio de rotación y selección opera dentro del Partido: para ser presidente, gobernador, senador, diputado o alcalde, hay que pasar por el PRI, aprobar las asignaturas y ascender escalón por escalón.

El PRI es una escuela, un laboratorio y un cedazo de dirigentes políticos y de gobernantes…” Bien: lo que Paz dice del PRI hoy se lo podemos aplicar a amlo y su Morena, salvo en la parte en la que el pensador reconoce que, para ascender, la militancia priista requiere “disciplina, espíritu de cuerpo, respeto a las jerarquías, antigüedad, capacidad administrativa, dedicación, eficacia, habilidad, suavidad, astucia, energía despiadada”. Hoy en Morena, con amlo como su líder indiscutible, ya no es necesario todo lo anterior: basta con ser purificado y contar con 90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de capacidad.

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